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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Antorcha empañada

LA LLAMA olímpica que prendió esta madrugada en el estadio de Atlanta, cuatro años después de la hermosa aventura de Barcelona, sólo quedó nublada por el creciente temor de que el estallido del avión de la TWA haya sido una acción terrorista. Clinton ha estado acertado al pedir, desde su autoridad presidencial, que se eviten especulaciones sobre si ha sido o no un accidente. Pero esta cautela no ha impedido que crezca una sensación de temor, quizá de vulnerabilidad, en estos Juegos Olímpicos, que han visto reforzadas sus medidas de seguridad.Los Juegos han empezado, y hay que disfrutarlos. Es la hora del espectáculo del deporte, diseñado a la medida, de la televisión y sus exigencias. Acorazado entre los rascacielos de varias de las mayores empresas multinacionales del planeta, el estadio olímpico de Atlanta será el escenario de la celebración del cuerpo y del dinero, aunque son éstos unos Juegos planteados desde la austeridad y con criterios de rentabilidad empresarial. Por sus resultados se juzgarán.

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3.500 millones de personas vieron la inauguración de los Juegos de Atlanta

Los tiempos han cambiado. Las pretendidas supremacías políticas y nacionales a través del deporte venían de lejos, desde el impulso francés del barón de Coubertin a los superatletas de los países comunistas, que, siguiendo la estela propagandística de Hider, quisieron hacer de los Juegos el escaparate de una pretendida supremacía política. El predominio es hoy, esencialmente, de unos logotipos sobre otros. Terminada la guerra fría, aislado el concepto del poder deportivo como forma de superioridad moral e ideológica, los Juegos han derivado hacia una explotación comercial del espectáculo. En estos días, el medallero habría que confeccionarlo siguiendo las marcas de calzado o de prendas que vistan los vencedores. Lo saben las grandes multinacionales, lo sabe el Comité Olímpico Internacional y lo sabe la mayoría de los atletas.

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Pero mientras las multinacionales dirimen sus diferencias, el corazón de la gente latirá con la pasión que proporcionan los héroes del estadio. España demostró hace cuatro años que con inversión también es capaz de obtener éxitos deportivos. Las 22 medallas de Barcelona dejaron el listón muy alto. En Atlanta no debería andar muy lejos.

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