La verdad sobre las pensiones
José Piñera presentó el jueves en Madrid su Propuesta para la reforma del sistema de pensiones en España y provocó la primera reacción, hostil hasta la descortesía, de un político conservador allí presente. Quedaron nítidamente trazadas así, ante los ojos de un público atónito, las dos posturas en este debate sobre pensiones: garantizar su continua mejora por el sistema de la capitalización o recortarlas para aplazar la bancarrota del actual sistema de reparto.Las dos posturas se diferencian en el modo de allegar recursos para pagar las pensiones. Si las pensiones financian por la capitalización, cada pensionista recibe al retirarse lo que ha ido ahorrando obligatoriamente en una cuenta personal, tal como lo refleja su cartilla individual. Si la jubilación se financia por reparto, las pensiones de cada año se pagan con las cuotas de los trabajadores en activo.
El sistema de capitalización plantea dos problemas. Uno es el peligro de que los ahorros se los coma la inflación. Es lo que destruyó el capital acumulado para pensiones públicas en España durante la primera mitad del siglo XX. Este peligro ha desaparecido gracias a la libertad de que gozan los gestores de fondos hoy para invertir los ahorros de sus clientes en los países y las monedas que consideren los más firmes. El otro problema es cómo pasar de un sistema de reparto a uno de capitalización.
Examinemos los defectos del sistema actual de reparto. Son dos: se hace insostenible cuando la vida de los jubilados se prolonga y aumenta la proporción de éstos respecto de los cotizantes; y se desequilibra más cuanto mayor sea el número de trabajadores parados, que no pagan cuotas. Lo malo es que si aumentamos las cuotas para compensar la mayor esperanza de vida hacemos aumentar el paro, porque aumenta el coste de la mano de obra para las empresas. La bancarrota es inevitable. Para salir del sistema de reparto con un coste razonable, aceptaría Piñera, muy a su disgusto, que los trabajadores de más de 45 años siguieran con el sistema actual. En compensación el Estado tendría que garantizar todas las pensiones contra la inflación. Sólo a los trabajadores de entre 16 a 45 años se ofrecería la posibilidad de elegir libremente entre seguir en el sistema de reparto actual o pasarse al de capitalización, y además se reconocería a los que tienen entre 30 y 45 años parte de lo que han contribuido al sistema de pensiones de la Seguridad Social, con un bono cobrable en el momento del retiro.
Queda el problema de financiar las pensiones de reparto de los que ahora tienen más de 45 años y de los más jóvenes que quisieran mantenerse en el sistema de reparto. Este es el punto crucial. La cuota media en el sistema actual supone un 21% del salario medio. Pues bien, los jóvenes ahorrarían un 13% de su salario para capitalizar su futura pensión y contribuirían con otro 8% al reparto para los mayores. El resto habría de aportarlo el Estado. Sostiene Piñera, a la vista del ejemplo de Chile, que la tasa de crecimiento de la economía española podría doblar con ésta y otras reformas, con lo que el déficit causado por el paso a la capitalización sería transitorio.
Piñera contrastó su propuesta, que mantiene las pensiones de los mayores y aumenta las de los más jóvenes, con los remedios del Pacto de Toledo, que consisten en reducir las pensiones con dos trucos: retrasar la edad de jubilación y aumentar de 8 a 15 los años de salario sobre los que se calcula el monto de la pensión. Repito: Piñera propone mejorar las pensiones y los pactistas de Toledo las reducen. El político conservador, que estuvo en Toledo y había trabajado con Franco, se enfadó y acusó a Piñera de haber trabajado con Pinochet.
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