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Interpretación asombrosa

La interpretación de unos resultados electorales no es nunca una operación desinteresada. Aunque sea una interpretación de buena fe, por entendemos. Pero lo que está ocurriendo con la interpretación de los resultados del 3-M no lo he visto nunca. Ni en España ni fuera. Los mismos analistas políticos que durante la campaña electoral pronosticaron una victoria rotunda del PP y una derrota sin paliativos del PSOE, han retomado aquel pronóstico, una vez formado el Gobierno por José María Aznar, intentando imponer por vía interpretativa lo que no se consiguió como consecuencia del voto ciudadano.Algunos ejemplos. El mismo autor que, pronosticó en plena campaña que el PSOE estaba "dinamitando su suelo electoral" con la inclusión de Barrionuevo, ha desahuciado a toda la dirección del PSOE, de la que ha escrito que tiene "todo el futuro a la espalda" (Santos Juliá). El mismo autor que pronosticó que, hiciera lo que hiciera, la campaña electoral de Felipe González sería un fracaso, recordando la anécdota de Theodor White, el perro con la lata amarrada al cuello de la campaña de Goldwater en 1964, ha publicado un piadoso comentario sobre el estado comatoso del PSOE, al que habría más o menos que administrar la extremaunción (Javier Tusell). El mismo autor que nos explicó qué era una mayoría suficiente y por qué el PP la iba a alcanzar, recurriendo nada menos que a la racionalidad de lo real y a la realidad de lo racional hegeliana, ha escrito recientemente un dramático artículo sobre el desequilibrio del sistema político por falta de oposición (Lamo de Espinosa). Todos consideraron que era un error monumental que el PSOE mantuviera a Felipe González como cabeza, de lista y todos consideran un error monumental que Felipe González no esté protagonizando una oposición frontal al Gobierno de José María Aznar.

Se trata de la operación interpretativa más asombrosa que conozco. La suficiencia con que se nos pronostica el futuro inmediato de nuestro sistema político, tras, lo ocurrido con sus pronósticos anteriores al 3-M, me tiene realmente atónito.

Es posible que mi circunstancia provinciana me impida ver cosas que en Madrid están muy claras. Pero discrepé de los pronósticos antes del 3-M y sigo discrepando de los que se están haciendo ahora. En mi opinión, el error monumental hubiera sido hacer una oposición en el momento inicial de la legislatura distinta de la que se está haciendo. Por tres motivos:

1 Porque después de casi catorce años, en el poder y de los resultados del era inevitable que el foco de la opinión pública oscilará entre el pasado y el presente, y no se centrara inequívocamente en el Gobierno. Hasta que esto no ocurra, la oposición tiene que estar difuminada.

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2 Porque el Gobierno hizo muy poco al principio y cuando ha empezado a actuar lo ha hecho a través de decretos ley, fórmula que casi imposibilita, él trabajo de oposición.

3 Porque a diferencia, de José María Aznar, que tenía que "acumular capital político" a través del trabajo de oposición, Felipe González sólo habría "dilapidado el capital acumulado", si se hubiera dedicado inmediatamente a hacer un trabajo de oposición frontal al Gobierno. Únicamente el electorado más militantemente socialista hubiera. entendido esa actitud. Para la sociedad española hubiera sido incomprensible.

Estamos al comienzo de la legislatura, que, en lo que del PSOE dependa, debe procurar que dure cuatro años. Es para ese tiempo para el que hay que programar la. acción política. No veo por ningún lado que las dificultades del Gobierno para mantener una coalición política, cultural y territorialmente muy heterogénea sean menores que las que tiene la izquierda española para rectificar los enfrentamientos, del inmediato pasado y los desencuentros sindicales.

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