Purgas
ElPSOE no depuró en su día a un reconocido torturador de la policía franquista porque era partidario de una dieta equilibrada en proteínas. Y los representantes del PP en el Consejo General del Poder Judicial no se cargaron al prevaricador Estevill porque sus jugos constituían un poderoso afrodisiaco para ese órgano un tanto fláccido de la judicatura. Lo que demuestra que nadie purga o deja de purgar por razones políticas, sino por motivos de orden personal, gustos gastronómicos o perversiones sexuales. No se esfuercen, pues, los depuradores en demostramos que son apolíticos. Ya lo sabíamos, y lo lamentamos.Debido precisamente a esta carencia, el depurado no sabe jamás a qué atenerse, ya que puede ser destituido por su manera de andar, por no ir a misa o por ir demasiado. Del mismo modo, el depurador tampoco se atiene a un prototipo. Los hay de comunión diaria y de prostíbulo semanal; bajos y altos; gordos y delgados. Unos son chicos o chicas de barrio y otros las han estudiado en Harvard. Lo único que les une es su falta de pensamiento político, ya que, siendo demócratas, jamás se atreverían a depurar a nadie por razones espurias. De ahí, como se ha señalado, que lo hagan por necesidades venéreas, depravaciones culinarias o satisfacción narcisista.
Otra caracteristica del depurador es que no babea de gusto al introducir la lavativa por el ano de la realidad, porque él es un mandado: el auténtico babeador permanece al otro lado de la puerta, contemplando la operación por el ojo de la cerradura. Por todo ello, no entendemos por qué está tan mal visto depurar por razones políticas cuando ello dignificaría la vida pública, tan envilecida, ayudando a la gente de buena fe a saber cuándo es purgable o no sin necesidad de conocer las inclinaciones religiosas o sexuales de sus jefes.
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