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Reportaje:

Diez habitantes por bodega

El Molar pretende explotar turísticamente sus 300 tascas

Vicente González Olaya

El general francés Charles de Gaulle comentó en una ocasión: "Nadie puede gobernar fácilmente un país que posee 265 clases diferentes de quesos". Jesús de la Morena, del PP, alcalde de El Molar (3.470 habitantes), lo tiene más difícil. Quiere poner orden en las casi trescientas bodegas de su pueblo -una por cada diez habitantes- e igualar su hasta ahora heterogénea estética.De hecho, el Ayuntamiento, en las nuevas normas subsidiarias, obligará a los propietarios a mantener las viejas fachadas de piedra de los locales e introducir agua y luz, de las que muchas carecen. "Si lo logramos, habremos convertido El Molar en una localidad turística de primer orden. No existe ninguna oferta hostelera y cercana a Madrid semejante a la que estamos a punto de ofrecer", cree el regidor.

Y es que los vecinos de El Molar llevan cientos de años horadando las colinas del municipio para construir locales donde elaborar un vino ácido y elegante, de 16 grados, que no se encuentra en ninguna otra parte de la región.

No obstante, nadie recuerda cuándo se abrió la primera bodega. "Esto pasa de generación en generación. Posiblemente tengan un origen árabe", explica el regidor. "De los centenares de bodegas existentes, sólo ocho o nueve están explotadas turísticamente. La mayoría se utiliza para dar fiestas privadas y elaborar vinos y licores por simple afición". Muy pocos visitantes se han adentrado en alguna ocasión en ellas. "El Príncipe nos ha visitado en dos ocasiones. Vino a tomarse unos vasitos con sus amigos. Salió encantando", relata el regidor.

El vino de El Molar abasteció durante siglos a los pueblos próximos y a Madrid. "Se lo llevaban por arrobas", relata el bodeguero Tomás Martín, Calixto. Era una época en que los campos de El Molar estaban cubiertos por enormes extensiones de vides. Sin embargo, una plaga a principios de siglo y las restrictivas cuotas de producción impuestas por la Unión Europea acabaron con la mayoría de las vides. "Ahora cultivamos muy pocos majuelos [vides]. Utilizamos uva garnacha, tinta y malvar. Sólo elaboramos vino para consumo privado, aunque algunas bodegas las comercializan para los visitantes", relata Teo de la Morena, uno de los propietarios.

Muchos de los locales están comunicados entre sí por galerías, que alcanzan hasta los 200 metros de longitud y que pasan bajo las calles. "A principios de siglo", comentan Gregorio García y Loreto Pascual, septuagenarios, Ias bodegas no estaba unidas. Pero como la aviación bombardeó este pueblo durante la guerra civil, y los vecinos temían quedar atrapados en sus bodegas, las unieron con largos caños [galerías]. Pensaban que, si se hundía su bodega, podrían salir por la del vecino. Y así se quedaron".

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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