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TOUR 96

¡Por allí resoplan!

El Tour se acerca a los Alpes con deseo, temor y reverencia

Carlos Arribas

Hartos de llano, lluvia y viento, calados y con los nervios a punto de estallar tras una semana de travesía infructuosa por las regiones sosas, los corredores grandes, los favoritos, lanzan un ¡ufff! de alivio. Destrozados, las rodillas con los rodamientos rechinando, los pequeños escaladores supervivientes de horas y horas moviendo el plato grande, animan un poco la mirada. El Tour ya huele a Alpes. Como los marineros al ver a la primera ballena en sus voces su "por allí resopla", al descubrir ya encima los primeros puertos alpinos se mezclan la alegría, el deseo y el miedo.El mal tiempo ha roto todos los guiones. "Nunca en todos los Tour que llevo, y son muchos, he visto tantos días seguidos de agua", se queja el veteranísimo Fede Etxabe. Los corredores que han venido finos, sin apenas grasa, sufren más que nadie la lluvia; los que han venido más gordos para afinarse con los kilómetros también arrastran su problema: no han roto a sudar, no han podido perder grasa. "Esto, la lluvia, afecta a todos, pero más a quien más tiene que perder, a Miguel", dice Echávarri.

Cuando se les enseña a los directores el croquis de las tres etapas alpinas -tarea inútil: se las saben de memoria- ponen cara de no entender nada. Pasan sus ojos por el perfil afilado de la Madeleine (2.000 metros), el quebrado del Connet de Roselend (1.968 metros) y el tendido de Les Arcs (1.700 metros), y dicen: "Depende". Ven los dos tramos rectos y los 14,8 kilómetros empinados de la cronoescalada de Val d'lsere (30,5 kilómetros) y dicen: "Va a ser dura". Pasan página y llegan a los colosos de Iserán (2.770 metros), Telégraph-Galibier (2.640 metros) y Sestriere (2.035 metros) y repiten: "Depende".

"Todo depende de la ONCE", dice Bombini, director de Berzin. "Depende de la ONCE, será ese equipo el faro que dirija a todos", dice Quintarelli, director del Carrera. Los dos técnicos italianos no son muy optimistas en cuanto a lo que les pueda deparar el futuro. Gotti y Zaina, sus escaladores bandera, los que les salvaron el Giro, han debido abandonar con las rodillas destrozadas. ¿Qué pueden hacer los que les quedan? "Depende".

"Todo depende del tiempo", dice Unzué. "Si la lluvia abajo es dura, ¿cómo será a más de 2.000 metros? Si el viento en el llano fastidia, ¿cómo no lo va a hacer en etapas de subidas y bajadas, con los puertos separados por kilómetros de valle, donde cualquier ataque lejano será inútil?". Pero sea cuál sea el camino, el fin sólo puede ser uno. "Todo eso son problemas tácticos, pero la montaña al final siempre exige lo mismo: un tú a tú entre los fuertes en el último puerto. ¿Que la ONCE tiene más equipo y estará más acompañado Zülle que Induráin? No lo creo, se verán las caras a solas. Ya se encargará Miguel de ello".

"Todo depende de tantas cosas...", dice Manolo Saiz. "Todo son incógnitas. En realidad no sabemos cómo está nadie. Habrá que esperar para saber qué pasa".

Y hasta cuando precisan, un poco más, los directores siguen lanzando balones fuera, despejando como defensas. "La cronoescalada será decisiva", coinciden todos. Alguno se arriesga a dar nombres y a hablar de diferencias de tiempos entre los primeros -"entre los cuatro primeros, que serán, en desorden, Induráin, Zülle, Rominger y Berzin, y los demás habrá entre dos minutos y medio y tres", pronostica uno-, pero no es mas que una maniobra de despiste para justificar una posición a la defensiva, a negarse a asumir el protagonismo. "En la primera etapa se separará un poco la paja del grano, en la cronoescalada se aclararán los papeles y entonces, según lo que haya pasado antes, decidiremos qué haremos en la tercera", dice Juan Fernández. Manolo Sáiz es más tajante a la hora de cuantificar, tanto que da la impresión de haber dado un giro copernicano a todas sus convicciones y a todo lo practicado por la ONCE hasta el momento. Su "habrá que trabajar para provocar el fallo de Induráin" se ha transformado, aparentemente, en un "Ios Alpes fijarán la general en un 90% el resto del Tour la gente lo correrá a la defensiva, esperando el fallo de los demás para subir una plaza. Y si no, pues ya tienen disculpa para volver al año siguiente como favoritos".

Y al final, la única conclusión sensata la dan los propios ciclistas, los que, ateridos por el agua, se refugiaban ayer a toda velocidad en sus autobuses. Los que sufren el Tour lo tienen claro: "Todo depende de los corredores".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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