El interés de EE UU en el Pacífico
Como joven oficial de la Marina destinado en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, como presidente de un bufete de abogados con sede en Los Angeles y oficinas en Asia, y como negociador con Japón y ahora como secretario de Estado, he tenido la oportunidad de presenciar muchos de los impresionantes cambios experimentados por Asia durante el último medio siglo.Con todos los respetos hacia los que hablan de un próximo siglo asiático, me atrevo a creer que también será el segundo siglo norteamericano. Como potencia mundial con intereses mundiales, a EE UU le interesa mucho el dinamismo de la región, y goza de la máxima capacidad para apoyarlo de modo que beneficie al pueblo estadounidense y al mundo.
En primer lugar, la velocidad cada vez mayor de los cambios significa que ninguna empresa o país puede dar por hecho su liderazgo. Estados Unidos ganó la guerra fría, pero -como ha escrito Peter Drucker- ninguna empresa, ni ningún país, está destinado automáticamente a ser permanentemente una superpotencia económica en el nuevo mercado planetario. Tenemos que mantenernos alerta y reaccionar con rapidez.
En segundo lugar, uno de los cambios más espectaculares a los que he asistido ha sido la desaparición de la frontera entre política interior y exterior, del mismo modo que en el mundo de los negocios tampoco existe ya una línea clara entre las actividades nacionales y extranjeras de una empresa. La fuerza de EE UU en el interior y su fuerza en el extranjero son inseparables. Creo que uno de los logros sobresalientes de la Administración de Clinton es el conjunto de acuerdos históricos para la apertura de mercados, desde el GATT o el ACTA hasta el AEC o el Acuerdo Panamericano de Libre Comercio.
En tercer lugar, el desarrollo económico es esencial para apuntalar la paz, la estabilidad y el progreso hacia la democracia, ya sea en Oriente Próximo, Haití o los Estados de la ex Unión Soviética. Igual que nuestro poderío militar y nuestras embajadas en el extranjero benefician a nuestros intereses, la presencia mundial de las empresas norteamericanas extiende el poder e influencia de EE UU.
En ningún otro lugar resulta tan clara la relación de refuerzo mutuo entre nuestros intereses económicos y de seguridad como en la región de Asia y el Pacífico. Durante el último medio siglo, la presencia militar estadounidense en Asia ha proporcionado los cimientos de estabilidad para que las naciones construyan economías florecientes en beneficio de todos.
No debe haber absolutamente ninguna duda sobre nuestra intención de seguir siendo una potencia en el Pacífico. A lo largo de los últimos tres años, el presidente Clinton ha tomado una serie de decisiones estratégicas clave para reforzar nuestra implicación en la zona a través de nuestras cinco alianzas de seguridad activa, de nuestra presencia de despliegue avanzado y de nuestro compromiso de mantener aproximadamente 100.000 soldados en el Pacífico.
Por supuesto, la piedra angular de nuestra implicación en la zona sigue siendo nuestra relación con Japón. La declaración conjunta firmada el mes pasado en Tokio por el presidente Clinton y el primer ministro Hashimoto es una base firme para garantizar que nuestra alianza pueda responder a los retos del próximo siglo. Por otra parte, nuestra relación económica con Japón se está volviendo más equilibrada.
Desde 1993, las exportaciones estadounidenses a Japón han crecido un 34%, con aumentos de hasta el 80% en los sectores donde se ha llegado a acuerdos comerciales. El año pasado, nuestro déficit comercial cayó casi un 10% con respecto al nivel de 1994, en la primera bajada del déficit comercial bilateral de EE UU desde 1990.
En los últimos tres años hemos firmado con Japón 21 acuerdos diferentes de acceso al mercado, en sectores tan diversos como automóviles y, piezas de recambio, agricultura, telecomunicaciones o tecnología médica. Nos mantendremos alerta para asegurarnos de que se aplican los acuerdos en vigor y para resolver las disputas comerciales que aún, existen en terrenos como las películas, los semiconductores o los seguros. También presionaremos para lograr una mayor liberalización de la economía de Japón, que no sólo beneficiará a las empresas de EE UU y otros países, sino también a los consumidores japoneses.
Naturalmente, ningún país representará un papel mayor que China a la hora de determinar el futuro de Asia. La evolución de nuestra relación con China tendrá un enorme impacto en nuestro futuro. Nadie debe hacerse ilusiones sobre las dificultades de tratar con esta potencia naciente durante una época de transición. Pero nadie debe tener dudas sobre la importancia para los intereses de EE UU de una China estable, abierta y próspera. Es vital mantener una visión clara de nuestros intereses estratégicos a la hora de impulsar a China en esa dirección. El capital, la tecnología y las ideas de las empresas estadounidenses ya están desempeñando un papel crucial para integrar a China en la corriente principal de la economía mundial y la comunidad internacional.
Estados Unidos comparte con China una serie de intereses importantes, y a lo largo de los últimos tres años hemos trabajado muy duro para hacerlos avanzar. Desde que accedí al puesto de secretario de Estado me he reunido 13 veces con mi homólogo Qian Qichen, viceprimer ministro y ministro de Asuntos Exteriores. Hemos podido colaborar para ampliar el Tratado de No Proliferación Nuclear y resolver la amenaza planteada por el programa nuclear de Corea del Norte. Hemos cooperado con China en nuestros esfuerzos por prohibir las pruebas nucleares, luchar contra el narcotráfico y el tráfico ilegal de inmigrantes y proteger el medio ambiente.
Hemos recalcado a China lo importante que es aplicar plenamente el acuerdo sobre protección de los derechos de la propiedad intelectual al que llegamos en marzo de 1995. La piratería de discos compactos, cintas de vídeo y programas informáticos está creciendo y causa pérdidas de miles de millones de dólares a las empresas estadounidenses.
Clinton dejó claro que si los chinos no tomaban medidas contra la piratería de derechos de la propiedad intelectual no tendríamos más remedio que aplicar una lista de sanciones cuidadosamente elegidas pero bastante importantes, según lo dispuesto por la legislación estadounidense.
Continuaremos defendiendo vigorosamente los intereses de EE UU, ya sea en materia de seguridad, comercio, no proliferación o derechos humanos. Enviamos a China una señal inequívoca de que el empleo de la fuerza en el Estrecho de Formosa preocuparía gravemente a EE UU. Pero rechazamos el consejo de los que desean contener o aislar a China. Hacerlo perjudicaría nuestros intereses y los del resto del mundo. En este contexto amplio, hemos apoyado la renovación del estatuto de Nación Más Favorecida para China, porque revocar o condicionar dicho estatuto en este momento no supondría una mejora de los derechos humanos en China y perjudicaría nuestra economía y dañaría a Hong Kong y Taiwan, así como a otros aliados y amigos asiáticios.
Nuestra alianza con Corea del Sur es otra relación vital, y durante los últimos tres años hemos desarrollado un grado de cooperación sin precedentes. Esta sólida colaboración nos permitió forjar un acuerdo para paralizar el peligroso programa nuclear norcoreano y preparar el camino para su desmantelamiento.
Las naciones de la Asociación de Naciones del Sureste Aisático (ASEAN), que forman Singapur, Indonesia, Malasia, Filipinas, Brunei y ahora Vietnam, son esenciales para los intereses económicos y de seguridad de EE UU en Asia. Sus mercados en rápido crecimiento representan globalmente nuestro cuarto socio comercial. Seguimos trabajando intensamente en el sureste asiático para proteger los derechos de la propiedad intelectual, fomentar la inversión y aumentar las exportaciones norteamericanas, que crecieron más del 10% en 1994.
En los últimos tres años hemos puesto un énfasis sin precedentes en la conjunción de nuestros intereses estratégicos y económicos en Asia y en todo el mundo, y estamos decididos a continuar por esa vía y aprovechar las oportunidades que ofrece Asia, tan cruciales para el futuro de Estados Unidos y del mundo.
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