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TOUR 96

¿Dónde está Induráin?

El Banesto ha tenido que montar un sistema de protección para que el navarro pueda respirar

Carlos Arribas

Tony Rominger está sentado tranquilamente en la barra de su bicicleta, bromeando con otros ciclistas o con el periodista que se le acerque. Explica que si está sin afeitar y las greñas le salen por debajo de su gorra de paseo es porque había ido por la mañana a la peluquería pero estaba el futbolista Marco van Basten delante de él y consumía demasiado tiempo y atenciones. Al lado, bajo una carpa atestada y húmeda, decenas de ciclistas matan la tarde sentados en amigable charla, las piernas estiradas encima de las mesas.Laurent Jalabert, apoyado en un tenderete que hace de cafetería; Alex Zülle, al lado, habla en aleman-suizo con cuatro periodistas. Es la tarde de la presentación de los equipos, la de los inevitables retrasos, y 197. ciclistas hacen lo que pueden para no aburrirse. Todo es calma y relajación. Y una pregunta repetida mil veces. ¿Dónde está Induráin? Está guardado, como si el testigo estrella de un superjuicio contra la Mafia fuera. Al lado de la mesa donde ocho corredores del Banesto han montado su tertulia, dos de los técnicos del equipo pasean de arriba abajo con sendos walkie-talkie de la mano. Están pendientes de la llamada del maestro de ceremonias. Al cabo de las horas se produce finalmente una consigna por el emisor: "Ya está, ya puede venir". A escasos cien metros del lugar está aparcado el nuevo autobús del Banesto. Allí, acompañado de otro técnico, Induráin -éste sí con el pelo corto, rapado casi al cero por las sienes: se lo hizo en Pamplona -espera la llamada. No puede permitirse el lujo de mezclarse con los demás como hacen Rominger, Zülle, Olano o hasta Jalabert. Está pagando parte de la hipoteca de haber ganado cinco Tours: vivir permanentemente aislado para poder respirar.Pese a que apenas cambie su discurso -todo lo que dijo hace un año, o dos, o tres, o cuatro vale perfectamente para hoy-, no hay periodista de los mil acreditados en elTour, fotógrafo, cámara de televisión o aficionado en busca de un autógrafo que no se sienta atraído por su aura, que inmediatamente no desee estar a su lado, que involuntariamente no quiera asfixiarle. "Y eso no es sólo un minuto. Si estuviera ex puesto media hora, media hora que estaría sin poder dar un paso", dice Eusebio Unzúe, su director. "Para Induráin las etapas duran dos horas más, el tiempo que le tenemos que tener protegido, el tiempo en el que no puede hacer lo que realmente le apetezca".

Finalmente se oye un tumulto cerca de la carpa. Hay carreras, empujones y preguntas entrecor tadas. Ruido de cámaras de fotos, focos encendidos de televisión. Entre medias se ve una gorra coronando a la muchedumbre. Ya nadie pregunta dónde está Miguel.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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