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EURO 96

Alemania gana la revancha de Wembley

Después de 30 años volvió a haber prórroga, pero esta vez cayó Inglaterra

Santiago Segurola

Después de treinta años, también hubo prórroga en Wembley y una jugada -el gol anulado a Kuntz- casi tan discutible como el célebre gol fantasma de Hurst. Pero en cuestión de tradiciones hay que remontarse a dos más recientes: Alemania volvió a apartar a los ingleses de las semifinales en los penaltis, como en el Mundial 90, y se medirá con los checos en el último partido. Otro guiño a la historia, pues habrá que hablar de aquella final del 76 y del célebre penalti de Panenka. La actualidad también sigue sus leyes. Esta Eurocopa se gana y se pierde en el punto de penalti. Por lo visto, cuando no hay fútbol se juega a la ruleta.En Wembley no hubo exquisiteces, sólo dos equipos que respetaron sus formatos. Alemania, que está en tiempos de crisis, volvió a demostrar la fiabilidad de su carácter y no se descompuso con el gol de Shearer, el más antiguo del mundo y muy difícil de defender: córner, pelota al primer palo, Adams con el peine y el tipo que llega como obús por detrás. Shearer, por supuesto. Pero los alemanes empataron de puro alemanes que son. Avanzaron, conquistaron algunos metros, se acercaron al área y, cuando parecía que no pasaba nada, marcaron el empate. Otro gol de toda la vida. Un pase al segundo palo que aprovechó Kuntz. Hay especialistas que viven de esto durante quince años. Kuntz debe ser uno de ellos. Cuenta 34 años y ha conseguido meterse en la se lección alemana por la vía del Besiktas de Estambul. Curiosidades del fútbol.

Una vez reestablecido el equilibrio, Alemania regresó a su primera idea. El equipo salió defensivo, con mucha gente detrás y con poco interés por estirarse.

Inglaterra tampoco dispone de grandes talentos. No le queda un Charlton, un Moore, un Peters y probablemente un Ball, pero tuvo más generosidad y ataque. Así como los alemanes son fiables, los ingleses son generosos en el esfuerzo, en la actitud.

Hasta bien entrado el segundo tiempo, pongamos que hasta el minuto 75, Inglaterra protagonizó el juego de ataque, aunque no sacó todo el rendimiento que merecía su actitud. Su iniciativa tampoco se había concretado en remates. Había ruido, vocación, intensidad, pero todo se quedó en el penúltimo peldaño. Un esfuerzo estéril que desgastó la condición física de los jugadores. Enfrente, Alemania se defendía con todo el equipo en su campo, confiado el equipo en su tradicional buena estrella, en el hábito de manejar resultados y situaciones en los grandes torneos. Juego no tuvo, ni ocasiones. Si Inglaterra está lejos del equipo que ganó el Mundial del 66, Alemania se encuentra a una distancia sideral de las sucesivas eras que marcaron Seeler, Beckenbauer-Overath, Schuster y Matthaus. El partido se abocó a la prórroga porque lo pedía el guión. Y pareció como si de repente a todos les apretara la urgencia del gol. El partido se rompió y podía pensarse que no habría tanda de penaltis. Gascoigne no llegó por un dedo a dos pases cruzados en el área y Alemania se desperezó en varios contragolpes. Pero si el fútbol obliga a recordar la historia -el 66, el 76, Panenka-, esta Eurocopa ordena que los partidos se decidan en la rueda de la fortuna. Y ahí ganó Ale mania. Treinta años después se tomó la revancha en Wembley.

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