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EURO 96

La ruleta arruina a Holanda

Francia fue mejor en los penaltis tras exponer menos durante el juego

José Sámano

Cobijada y a buen resguardo parte de la tarde, Francia se aupó a la semifinal tras 120 minutos de sequía holandesa, el equipo que mejor expresó el fútbol y más empeño puso en la victoria. Con su juego físico y metalúrgico, los franceses pudieron descorchar un partido en el que expusieron menos que su enemigo, una Holanda que se mostró un campeonato más por debajo del aroma que desprenden sus apellidos. Holanda y Francia son dos escuelas antagónicas. Ejecutan el fútbol por dos vías opuestas. Holanda se desgarra sin la pelota. Es su musa. Francia está más cómoda en la contemplación: su objetivo es robar el balón. A partir de sus credos respectivos, ambos equipos trenzaron un partido muy intenso, repleto de pequeños detalles y de enorme riqueza táctica.Por primera vez en el torneo, Hiddink, que prescindió de salida de Seedorf, enganchó a Bergkamp a la espalda de Kluivert. Del enlace surgió la mejor conexión de la tarde. El primero se siente más cómodo de frente a la portería y el del Ajax sabe perfilarse a la perfección para recibir de espaldas. Sobre él cayó Desailly, que pese a su envergadura descomunal sufrió como pocas veces. Porque Kluivert le sacó de paseo a zonas destempladas, a la media punta, para dejar a su espalda un pasillo para Bergkamp. Así dibujó Holanda lo mejor del primer tiempo, con dos apariciones suyas supersónicas por el cogote de los centrales franceses. En la primera ocasión falló el propio Kluivert y poco después, Cocu, en una jugada iniciada con un pase magnífico de Jordi.

Francia expuso un fútbol más contaminado. Qué obviedad. ¿Cómo entender si no que Cantona y Ginola estén frente al televisor? Jacquet se ha inclinado por un grupo militarizado. Compacto como el cemento, pero corto de sutilezas. Se deja dominar sin rubor. Tiene una extraordinaria facilidad para birlar la pelota al contrario gracias al bíceps de buena parte de su plantilla. Entonces, si la pelota llega a Djorkaeff, el faro de todo el equipo, imprime una quinta velocidad a sus acciones.

Esa aceleración se produce habitualmente por las bandas, pero al jugar con dos extremos tan abiertos los holandeses -Jordi y Cocu- sus dos laterales -dos gacelas como Thuram y Lizarazu- quedaron atrapados en la marca. Al igual que Karembeu, quizá su centrocampista más decidido, demasiado pendiente de Witschge. Por todo ello Francia se quedó sin peso en el partido. Obligada a tomar el mando, Holanda estrujó el partido de su lado. Tuvo más decisión que su oponente. Abrochó la pelota y la movió con diligencia. A un lado y a otro, siempre de forma paciente, en búsqueda de una rendija. Su encomiable apuesta no obtuvo recompensa por falta de pegada, su mayor pecado en el torneo.

Con Holanda crecida y Francia agazapada todo discurrió hacia la ruleta, que premió a quien menos había apostado. Y una vez más Holanda, la inigualable guardería del fútbol europeo, acabó de rodillas.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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