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Tribuna
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Reclamos sexuales

Juan José Millás

La Feria del Libro de Madrid, que hoy pierde sus últimos pétalos, es una flor criptógama, pues sus órganos sexuales, si los posee, permanecen ocultos a la vista del público. Además, carece de formas: no tiene cintura, pechos, hombros, ni siquiera una frente a la que llevarse la mano para mostrar espanto o reflexión. La recorres por dentro y por fuera y ves que posee la monotonía del cuerpo del gusano, es decir, que también ignoramos si la boca es el culo o viceversa. Así que no sabe uno cómo penetrarla, ni por dónde, para que se trate de una invaginación provechosa para el entendimiento. Lo malo es que ella tampoco te penetra, pues sus glomérulos son formas vestigiales sin capacidad de erección.No es excitante, en fin, como esas flores fanerógamas que tienen sus órganos sexuales al aire libre, de modo que si te apetece un pistilo te comes un pistilo, y, si un estambre, sin despreciar por eso los estigmas o los periantios, que hay gustos venéreos para todo. En esta feria, no. Te haces los tres kilómetros que separan el culo de sus témporas, o viceversa, y ves siempre la misma cosa, los mismos órganos, la misma carne informe, los mismos libros, así que a la mitad del acto te invade el tedio sexual o el aburrimiento intelectual y das el gatillazo, o sea, qué te pegas un tiro en la boca, que es a lo que equivale comprar un libro de autoayuda o un manual práctico de reencarnaciones y viajes astrales.

Y es que, finalmente, los únicos lugares donde el cuerpo de la feria muestra algunos pliegues distintos, por tumorales que resulten, son éstos: los esotéricos y compañía. El resto, incluido el apéndice catalán que bordea el lago, es carne sin identidad, pegada a una columna vertebral sin pensamiento.

A uno le gustaría, por ejemplo, que la feria tuviera una constitución temática, de manera que pudieras elegir muslo o pechuga, novela contemporánea o jardinería, física o química, y también esoterismo o cómic si, después de haber navegado por las partes del cuerpo que más te conmueven de tu amante, aún te quedan fuerzas para buscar glándulas nectarias excéntricas o caulíferos extravagantes. ¿Por qué una feria tan monótona, repetitiva y torpe, cuando podríamos formar, con el material que tenemos, el cuerpo . más excitante del sur de Europa?

Y después de articular ese cuerpo en el que las piernas estarían claramente diferenciadas de los muslos, y los muslos de la cintura, le pondríamos música, o sea, que adornaríamos sus pechos con actos paralelos, encuentros y debates donde el aficionado a cada clase de libro recibiera un tipo de afrodisiaco específico para potenciar su desenfreno. Los licores, pues, serían temáticos también y uno podría pasarse la mañana o la tarde degustando sabores conocidos o nuevos que abrieran grietas o ventanas en su biografía de lector para alimentar esa forma de rebelión que consiste en leer y en contra de la cual se ha inventado esta feria que tanto vende sin embargo.

Y los autores, sin dejar de firmar, se encontrarían de verdad con sus lectores para contarles por qué escriben, a qué hora, y qué beben entre adjetivo y adjetivo. Sería una fiesta, en fin, del libro y de la palabra a la que acudirían desde todos los extremos del universo mundo para contemplar ese cuerpo fanerógamo en el que, hasta los lectores más obcecadamente criptógamos acabarían poniendo su sexo literario al descubierto para gozo del público.

Todo ello, desde luego, contando con que el Ayuntamiento o la organización se pongan al día sobre la variedad de urinarios portátiles existentes en el mercado, pues en estos momentos no hay forma ninguna de hacer pis, a menos que te desplaces fuera del recinto y des con una cueva antropológica donde todavía hay unos carteles que rezan: "Prohibido escupir en el suelo". De donde se deduce el aspecto del techo, de las paredes, e incluso del señor sentado a la puerta del establecimiento nefrítico con un platillo donde conviene que dejes cinco duros antes de regresar corriendo a una librería esotérica, para ver si en algún libro enigmático aparece catalogada esta forma de viaje al más allá que consiste en mear en el Retiro entre título y título. Vale.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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