El Barça salva el año con la Liga
El banquillo azulgrana dejó impotente al Caja San Fernando
El Barcelona ha mitigado su dolorosa temporada con un gran título, la Liga. Anoche salvó el año, el que pudo derramar una gloria infinita pero corrió el riesgo de pasar a su historia como una calamidad. Tras la ingrata derrota en París ante el Panathinaikos en la final de la Liga Europea y la de Murcia ante el TDK en la Copa del Rey, el Barça puso cerco a la Liga. Y la ganó con autoridad. Un contundente 3-0 en la final que, sin embargo no ha manchado el fabuloso aspecto de su rival, el Caja San Fernando, un digno adversario que se ganó a pulso su credencial para disputar la próxima Euroliga.El Barça se tambalea en los juicios sumarísimos (como evidencian las finales a un sólo partido que se le escurrieron) pero exhibe una encarnadura invulnerable cuando se trata de una eliminatoria. Es un equipo que calcula los tiempos y las distancias. Todo lo administra con precisión minuciosa. Pasó malos ratos, y anoche también, pero el resumen de la Liga los ha enterrado todos. Ahí queda su registro en la serie realmente trascendente: 3-0. Aíto García Reneses, desde ayer el técnico más laureado (seis títulos de Liga) dispone de un ejército numerosísimo y de recursos inagotables. Su rival, no. El Caja, escueto de banquillo, es un equipo descastado que siempre cae en la tentación de encargar el pleito a los mismos: Anderson, Kidd y Scott, tres hombres sobrados de fundamentos pero seres humanos al fin y al cabo. Cuando fallan, sus buenos jugadores nacionales padecen un calvario insufrible, las más de las veces de triste final, como el de ayer.
Así pues, el Caja San Fernando se agarró a lo que tiene. Anderson era el guía espiritual de su causa; Scott y Kidd, sus luminosos satélites. El Barca supo pronto qué tipo de tarde le esperaba. Aíto ordenó una defensa estrecha sobre Ander son (Galilea pagó el tributo con tres personales tempranas) pero no fue ésa su mayor preocupación. Prefirió que la Liga tuviera su desenlace en el tablero contrario. El Barcelona administró con cordura sus ataques, conservó el balón y buscó las soluciones más sencillas. Fue un ejercicio de paciencia que se reflejó de inmediato en el tanteo: desde muy temprano sembró el marcador de ventajas (10-16 en cinco minutos y 23-31 a falta de nueve).
Al Caja lo mantuvo en pie la impresionante calidad de sus extranjeros. Scott, sin oficio ni beneficio por los alrededores de un Middleton acertadísimo, buscó un nicho cerca del perímetro. No desentonó, sino todo lo contrario: afiló un arma casi inédita (dos triples limpios en cadena) que obligó a Aito a devanars e los sesos con nuevasideas.
El técnico blaugrana estrenó el carrusel de cambios para detener la intermitente máquina cajista, que empezaba a renquear por falta de combustible. El Caja rescató una distancia de nueve puntos y la hizo trizas a falta de cinco minutos para la pausa (39-38). Hasta entonces no empezó el Barça a dar muestras de debilidad. Ni minaba la inspiración de Seott (13 puntos al descanso) ni Salva Díez fue capaz de asfixiar a Anderson encadenándosele a las piernas.
Decididamente, el Caja empezó a ver luz a la vuelta del vestuario. Con Anderson actuando de escolta y Solé dirigiendo con aseo la orquesta atacante, los azulgrana vivieron una etapa de desconcierto que pudo ser letal. Pero apareció Xavi Fernández y se apagó el incendio. Dos triples del alero blaugrana sepultaron la mejor ventaja local (58-54), devolviendo las rigideces al marcador y la vida a un partido trepidante que poco después empezó a cobrarse víctimas. Llegó un momento en que el motor cajista se gripó: los tres americanos, saturados de minutos, sintieron calambres. Al otro lado se respiraba aire fresco: un trasiego sin pausa de soldados (salió Montero y regresaron Andreu y Galilea) que reunieron puntos suficientes para en carrilar el choque. Al Caja San Fernando se le empinó la cuesta (65-71 y poco después 73-80), se quedó sin oxígeno. El Barça conservó renta suficiente para ir entonando el alirón.
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