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Mucho premio y poca fama

Andanzas de los grupos ganadores del Concurso de Rock Villa de Madrid

Para los ganadores o para los finalistas del Concurso de Rock Villa de Madrid los tiempos no son tan felices como hace diez años. Entonces, conseguir un primer premio en este certamen, que se celebra desde hace casi dos décadas, suponía un seguro pasaporte a la fama para el grupo ganador. Eso lo pueden contar hoy formaciones tan conocidas como La Frontera, Los Ronaldos, Alaska, Los Enemigos, o artistas como Mercedes Ferrer o al Gran Wyoming.En cambio, los grupos ganadores se van ahora a sus casas con un trofeo bajo del brazo y el millón de pesetas que el Ayuntamiento y la Sociedad General de Autores otorgan a los vencedores de este concurso (que, por otra parte, sigue siendo uno de los más importantes de España). Pero ninguno se anda con ilusiones a la hora de hablar de la fama. Y mucho menos de vivir de la música. "Eso sólo lo consiguen los que están en primera fila. Para los que estamos en segunda o tercera es sencillamente imposible", dice uno de los grupos vencedores de este año. He aquí un resumen de cómo salen adelante los grupos que han triunfado este año en el Concurso de Rock Villa de Madrid.

Request. Primer premio en la categoría de rock. El grupo tiene su origen en Suecia, donde nacieron Zalo, el cantante, y Mike, el guitarrista de la formación. Hace cuatro años, los dos jóvenes se plantaron en Madrid para probar suerte con la música. Acababan de ganar en Estocolmo el concurso equivalente al Villa de Madrid, el mismo que el año anterior había ganado Europe (The final count down). Ahora Zalo trabaja como recepcionista, en la Embajada de Suecia, y Mike tiene un negocio de venta de discos. El grupo Request fue renaciendo en Madrid. Desde hace dos años se unieron otros cuatro componentes. Todos habían tocado antes en otros grupos y todos tienen un trabajo para sobrevivir. En los ocho meses de vida que tiene la formación actual han conseguido seis o siete recitales. "Las salas bien preparadas no programan la música que, nosotros hacemos", comenta Jose, el bajo. "Como el circuito [de salas para tocar] no es muy grande, en cuanto nos enteramos de un certamen nos presentamos", cuenta Isabel, a los teclados. Ya el año pasado quedaron semifinalistas en este mismo concurso. Este año no han recibido ninguna oferta. A ellos les cuesta dinero la música. Éstas son sus cuentas: por un concierto sacan de 20.000 a 50.000 pesetas. El local les cuesta 37.000 pesetas al mes. Y además, el transporte y el equipo.

Tentación. Primer premio en la modalidad de pop. Es un grupo de recientísima creación. Tanto, que el primer concierto que ofreció este dúo fue el pasado 22 de marzo. Antes, Yolanda, de 23 años, ponía su voz en el grupo de folclor castellano Nuestra Señora de la Merced. Procede de una familia de músicos. A los cinco años ya se subía a los escenarios para acompañar a sus hermanos, que, andaban de pueblo en pueblo tocando en verbenas. Mientras, Javier, de 25 años, probaba suerte en grupos como Sindicato del Crimen. El dinero siempre lo ha ganado trabajando como portero de discotecas o como camarero. Ahora está en paro. Desde que se unieron, hace año y medio (Yolanda y Javier son primos), Tentación sólo ha subido al escenario en siete ocasiones. En una de las últimas, el jurado les nombró vencedores del Villa de Madrid. Y a raíz de ello han tenido alguna oferta. "Teníamos en mente grabar maquetas y entrar en discográficas. Fue una amiga la que nos animó a entrar en el circuito de salas y a presentamos a este concurso", cuenta Javier, que dedica a la música unas diecisiete horas diarias, y ha estudiado solfeo, guitarra, clarinete y armonía. Hace unos años tenía mas complicado lo de practicar. Su padre, descargador de unos grandes almacenes, trabajaba de noche y tenía que dormir de día con un hijo empeñado en ser músico. Yolanda también estudia sin parar: clases de canto y mucha práctica en casa. Y una vez a la semana se juntan en el estudio que tienen alquilado para ensayar. Para eso Yolanda tiene que hacer más de cien kilómetros, desde un pueblo de Ciudad Real donde vive y trabaja en la tienda de sus padres.

Vicios Ocultos. Segundo premio en pop. La edad media es de 25 años. Todos trabajan, y dos o tres días a la semana quedan para ensayar. "Más no podemos, porque sino nos morimos. Nos dedicamos completamente a trabajar, y, cuando podemos, tocamos", comenta en tono jocoso José Antonio Campos, uno de los componentes de este grupo. Entre los seis miembros de este grupo hay un informático, un funcionario, el empleado de unas tintorerías, una telefonista y estudiantes. Su meta es llegar a vivir de la música. "En los ratos libres escribes temas, buscas un garito para actuar, te mueves para que te pongan en la radio. Es muy duro, porque todo el tiempo libre es para la música. Por eso abandona la mayoría de los grupos. Es muy complicado si no tienes padrinos ni contac tos", habla Campos. "¿Ganar dinero? De momento perdemos 40.000 pesetas todos los meses por el alquiler del local", añade. "Es como una afición pseudoprofesional que sale muy cara", dice Campos. Por eso ellos participan en cuantos concursos pueden. Al Villa de Madrid han acudido ya tres años. "A veces es la única manera de tocar en un auditorio sin tener que llevar la guitarra en vertical porque das al bajista. Te da la posibilidad de salir de sitios pequeños", comenta Campos. A las salas en las que actúan, como todos los que están en su situación, se las conoce como "el circuito": La Sala, La Nave, Swing, Siroco o El Sol, entre otras.

Planeta Jungla. Tercer premio en la categoría de pop. Sus siete miembros, de 23 a 28 años de edad, llevan tres tocando juntos. Empezaron haciendo versiones y ahora componen sus propios temas. "Esto de la música... Raramente se puede vivir de ella", dice Guillermo Mancebo, uno de sus miembros. El caso es que entre los componentes del grupo hay alguno que se dedica en exclusividad a esta profesión: el batería consigue trabajo con otros grupos y orquestas o colabora en grabaciones. El saxofonista toca a diario en el metro o en el Retiro. Y la cantante presta su voz para anuncios. Guillermo, en cambio, tiene que trabajar en una tienda Todo a Cien, y otro es ebanista. "Todos somos músicos y nos buscamos la vida", dice Guillermo. Ensayan todas las semanas en un local por el que pagan 76.000 pesetas al mes. Desde las nueve de la noche hasta las doce o la una. "Es duro. Todo el día currando y a las nueve encerrarse en un local, con rigor. Eso, para hacer lo que te gusta. A veces hay tensión entre nosotros. Lo más difícil es mantener el grupo el tiempo suficiente para llegar a hacer algo", comenta Guillermo. Todos han aprendido música en escuelas. Para promocionarse graban cintas y recorren los locales buscando actuaciones.

Carajillo de Whisky sin Quemar. Segundo premio en la categoría de rock. El grupo tiene tres años, los mismos que han participado en el Concurso de Rock Villa de Madrid: hace dos quedaron semifinalistas, en 1995 obtuvieron el tercer premio, y este año, el segundo. "Esperábamos ganar", dice Nacho Bejarano, uno de los cinco miembros de este grupo, con edades entre los 25 y los 30 años, todos vecinos de Arganzuela. Carajillo de Whisky... es un grupo que no para de dar conciertos. "En los dos últimos años hemos dado 113 conciertos, y pensamos seguir dando guerra", dice Nacho. Pero ninguno vive de la música. Hay un maestro, un profesor de física y tres mensajeros. Una de sus máximas es divertirse: salen disfrazados o se acompañan de un maniquí vestido de policía. "Ahora hacemos ridículos coordinados", dice Nacho. "Tocamos en todas las salas importantes y en otras en las que ni siquiera se hacían conciertos. Vamos donde nos llaman sin pretender estafarnos", dice el músico. "En Madrid nunca tocamos por menos de 35.000 pesetas, y, si salimos fuera, siempre con la comida y la cama pagadas". Sobre este concurso tienen su propia teoría: "últimamente el grupo que gana queda maldito. Por eso nunca nos volveremos a presentar".

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