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Johanesburgo, desbordada por la violencia

Los habitantes de la mayor ciudad surafricana afrontan a diario episodios de asesinatos y violaciones

ENVIADA ESPECIALJohanesburgo, capital financiera de Suráfrica, se ha convertido en los últimos seis años en aspirante con todos los honores al título de ciudad más peligrosa del planeta. No hay un solo día en que los atemorizados habitantes de la mayor ciudad del país, asentada sobre galerías abiertas antaño para extraer el oro, no se desayunen con primeras páginas de los periódicos en las que se da cuenta de la enconada violencia que una jornada sí y otra también se cobra varias vidas y de los innumerables robos a mano armada que se producen por todas partes.

Las cifras más recientes no dejan lugar a dudas. Si bien han descendido los secuestros en un 60% en toda la provincia de Gauteng -en la que se asientan la propia Johanesburgo y Pretoria, la capital política-, estos delitos se han extendido a zonas rurales. Y el número de violaciones no para de crecer: 589 en enero; 595 en febrero y 658 en marzo. Asesinatos, fraudes, corrupción, violencia contra los taxistas, personas que venden propiedades que no poseen a otros más pobres, robos de vehículos o emigración ilegal integran la lista negra de delitos.

La escasa y mal pagada policía, que cobra poco más de 35.000 pesetas al mes, se muestra impotente ante el delirio criminal. Las bandas organizadas se sienten atraídas especialmente por marcas de coches lujosos como BMW, Mercedes, Porsche o Lancia, y por cualquier aparato electrónico que funcione en una casa. La pasada semana, el fabricante alemán BMW, que cuenta con una gran planta de producción en Suráfrica, regaló a la policía de Johanesburgo 100 flamantes coches blancos para que con ellos los agentes ganen en movilidad y tengan alguna opoción de atajar tanto desmán. El regalo no es desinteresado. A la entrada de Soweto, célebre gueto en la época del apartheid, en donde viven más de cuatro millones de personas, se encuentra uno de los mayores aparcamientos de BMW del continente y probablemente del mundo. Todos robados. En pocos minutos, los mecánicos de la banda dejan irreconocible el automóvil, empezando por el cambio del número de chasis. Las compañías de seguros se niegan a extender pólizas a los vehículos de esta marca, a la que los sowetenses han dado un significado más práctico a sus siglas: "Break My Window" (rompe mi ventana) y llévame a casa. Y ante la gran variedad y sofisticación de las barras de seguridad que dificultan el robo de los automóviles cuando se encuentran aparcados, los ladrones no tienen ningún empacho en colocar la pistola en la sien del conductor parado en un semáforo e invitarle a que baje del coche.

Los moradores tampoco escapan al insaciable apetito de las bandas y otros amantes de lo ajeno, que por 15 rands (poco más de 500 pesetas) a la hora pueden alquilar una pistola en Soweto. Los blancos, en general ricos, viven atemorizados en los lujosos enclaves de Sandton o Randburg, en el norte de la ciudad, parapetados detrás de muros electrificados y sistemas de alarma que se encuentran conectados día y noche a compañías de vigilancia privadas. Las compañías de seguridad están sentadas sobre un barril de oro, valga la ironía, pues cada casa de está zonas ostenta un visible cartel que alerta sobre el hecho de que la residencia goza de protección armada. También los negros son víctimas de la delincuencia. No escapan de ella por el hecho de abandonar sus guetos e irse a vivir a la ciudad en la que durante más de 40 años tuvieron prohibido residir. Su llegada ha desplazado a los blancos hacia los barrios más seguros del norte de la ciudad.

El pasado año, los enterradores dieron sepultura en Johanesburgo a 600 personas, fallecidas en su mayoría a causa de la violencia, sin que sus familias las, reclamaran o identificaran. La policía atribuye a la alta tasa de desempleo, cerca del 40% de todo el país, el creciente empobrecimiento de un sector de la población que no puede hacer ni siquiera frente a los gastos de un entierro. En toda la provincia de Gauteng, 2.500 personas al año corren la misma suerte. El 90% es de raza negra.

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