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FÚTBOL SEGUNDA DIVISIÓN

El Logroñés es de Primera

Los de Juande Ramos se ganan el ascenso en Toledo

El Logroñés regresó un año después al paraíso merced a un arma demoledora: la fe. En un partido titánico, los de Juande Ramos se subieron al tren del ascenso a base de arrojo, de bemoles y similares. Tras 38 jornadas, la justicia le hizo un guiño a un club con aspecto de desheredado, pero capaz de resurgir cuando pintaron bastos.Durante muchos minutos sometió el Logroñés a su rival a un acoso cruento, a un martirio desesperante. Fue silbar el árbitro y producirse una tortuosa invasión del área del Toledo. Tenían tantas ganas los riojanos de escupir su rabia que a ratos les faltaba saliva. Descorazonador estaba el asunto para el Toledo. Y más lo estuvo cuando Manel les tomó descaradamente el pelo a sus vigilantes. Ocurrió que voló el balón al área y el máximo goleador de la categoría lo acunó en su pecho. Con una vaselina demolió el ánimo de su marcador y soltó un zapatazo que se fue abajo, a, la red, con el balón sonriendo ante tamaño ejercicio de precisión.

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En la cámara de los horrores estaba el Toledo, que no se enteraba. Suerte tuvo de que su rival bajara su insoportable ritmo. Se estiraron los de casa, más que nada por no arrojar la toalla ya mismo. Buscaron a Víctor, tan enredado el hombre en sus regates. Y buscaron también a Urban, que ya no es Urban, que ya es sólo un futbolista del montón. Nada de nada.

Pero el polaco recordó tiempos pasados y se inventó un pasillo en el área. Donde apareció Pardina, presto para fusilar. Mino llegó al cruce y aquél cayó. No tenía la cosa pinta de penalti, pero el árbitro decidió que sí.

El empate inundó de histeria el asunto. Herido como estaba, el aspirante al ascenso tocó a rebato, con más rabia aún, con más desenfreno. Y con menos fuerzas, calenturienta como tenía la mente. Los nervios maniataban al Logroñés, que hacía lo imposible por poder. Y que no podía. Aquello no lo iba a resolver el buen fútbol.

Lo haría una acción aislada, absurda. Un fallo, vamos. Que llegó. De la Fuente no soportó la presión de Manel en un balón mezquino y erró su despeje. Aquél viajó a pies de Simeón, que puso al Logroñés en Primera, abrazado a la lógica de su buen fútbol y a la justicia que merece quien juega a ganador.

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