"Que me destituyan, ¡pero que no me supriman!"
El recorte de altos cargos es el nuevo estilo en la Administración española. Desde el Ministerio de la Presidencia, Francisco Álvarez Cascos, dicen que con la impagable ayuda de Rodolfo Martín Villa y de Manuel Núñez, elabora infatigablemente los organigramas del resto de los ministerios. Son organigramas de ahorro, que suprimen secretarías generales, funden direcciones o trasladan competencias.Sin vacilaciones o estudios sofisticados -ni de los otros-, sin consultas farragosas, de forma rápida y expeditiva, el equipo de Presidencia recorta puestos y centros ministeriales de gestión, en busca del ahorro y con la aquiescencia -hasta ahora- de los ministros implicados, pero no sin que el estupor haya alcanzado niveles notables entre el funcionariado y buena parte de la clase política no implicada en el Gobierno, que no acaba de entender los criterios ni los referentes con que se dibujan tales esquemas.
Cada ministro maneja después como puede el organigrama paracaidista. Loyola de Palacio, nueva ministra de Agricultura y Pesca, sentó cátedra de estilo expeditivo, como el de Alvarez Cascos y su equipo, cuando informó a los funcionarios del ministerio de los cambios inevitables: Convocó a todo alto cargo, de director general para arriba. Reunidos que estuvieron, hizo un discurso aleccionador sobre las tareas cumplidas, los trabajos por cumplir y el agradecimiento de los servicios prestados y anunció la urgente necesidad de ahorro en la Administración.
A continuación, Sacó el organigrama. "¿Quien es Eduardo Díez Patier?", preguntó con voz firme. "Yo, ministra", contestó una voz. ¡Suprimido!" anunció ella ante la estupefacción de los presentes. Por supuesto, Loyola de Palacio pretendía explicar que la Dirección General de Análisis Económico y Presupuestario quedaba suprimida. Las supresiones afectaron en total a nueve direcciones generales y dos secretarías generales, una de ellas la de Alimentación, que ocupaba Regina Revilla.
"No me importa que me destituyan", explicaba, dolido, uno de los damnificados al final de la reunión, "¡pero que no me supriman!".
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