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Tribuna
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Poderes

Una ha visto mucha película y leído muchos textos que aseguran que la prensa es el cuarto poder, pero una lleva en esto muchos años y la profesión que practica le ha podido parecer de todo: un cuarto oscuro, un cuarto creciente y, en general, un cuarto y mitad. Lo del poder no estaba nada claro. Hasta que el otro día comprendí que es cierto. Y la revelación ha tenido que llegarme desde el nuevo y centrado Gobierno, como un rayo de luz que ha iluminado mi vida mostrando la fragilidad de mis convicciones.Ya saben quienes me siguen y aún no han resultado lesionados por el esfuerzo que me tenía preocupada el hecho de que nuestra flamante ministra de Medio Ambiente luciera un esculpido capilar que, por cercano a la complejidad arquitectónica del Pilar de Zaragoza, tuviera que ser sostenido con cantidades aerosólicas de laca que hubieran hecho algo dificultosa su relación con el portavoz de Greenpeace.

Pues bien, esta sencilla aseveración mía salió el pasado domingo en este periódico, y ya el lunes pude ver en la tele que la señora Tocino había tenido el detalle de internarse en urgencias para someterse a una operación de cambio de imagen sumamente elogiable, sustituyendo aquella frondosidad mechada e imbatible por una melena rubia oscura sin más concesiones al volumen que el indispensable inflado -que puede sustentarse mediante yeso, eso sí que es ecológico- para guardar el aerobag imprescindible para mantener a raya al servicio.

El problema es que, ante la constatación del poder que tengo en el cuarto, me estoy poniendo muy sobrada, y ya se me están ocurriendo una serie de detalles -como media docena de mesas camillas con faldas de tisú y toda la plata de la familia encima- para que, en La Moncloa, nuestros presidentes se sientan como en casa.

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