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Tribuna
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Víctor sígue sin oler la derrota

Antes de que él llegara el Mallorca era, en casi todos los sentidos, un verdadero desastre. El banquillo se movía que daba gusto. Hoy lo ocupa Irulegui, mañana Mané y pasado... Todos miraban al palco a la espera de que el doctor decidiera. Y el doctor decidió. Alguien le sopló a Bartolomé Beltrán que aquello quizá podría arreglarlo Víctor Muñoz, un hombre sin experiencia como técnico pero con la categoría que da el ser un histórico del más reciente fútbol español.Se sentó Víctor en el banquillo con Pichi Alonso, otro que tal baila, a su vera. Había conseguido hasta entonces el Mallorca 30 puntos en los 20 partidos disputados. Una minucia, una cifra ridícula para el equipo con más posibles de la categoría. Hace 15 jornadas que ocurrió aquello, que a Víctor le dieron el por entonces envenenado caramelo. Y 15 jornadas lleva el Mallorca sin saber lo qué es una derrota.. Sin olerlas. Treinta y tres puntos ha logrado el equipo desde que Muñoz lo cogió de la solapa. Hoy, a falta de dos partidos, el Mallorca lucha codo a codo con el Logroñés, su único rival, para acompañar al Hércules en su viaje al paraíso. Para uno de ellos será, con toda seguridad, la segunda plaza de ascenso.Por cierto, que al Hércules le sentó de pena la resaca. Se enfrentó el sábado al Éibar en el Rico Pérez y cayó. Le hizo pasillo su rival, le aplaudió de lo lindo, pero, finalizados los caballerosos detalles, le birló los tres puntos. Para el conjunto vasco la victoria resultaba fundamental, innegociable. Con ella saldría del pozo. Era el Éibar el único equipo que no sabía ganar fuera de su feudo. Ya lo sabe. Tuvo que visitar la casa del campeón para lograrlo.

Y pese a que el final de la Liga está al caer, ayer se produjo un debú en un banquillo, el enésimo de la temporada. Le tocó hacerlo a Esteban en el Almería. Resulta incomprensible lo del cuadro andaluz. Comenzó la campaña Pepe Cayuela; le sustituyó Quique Hernández; regresó a su puesto el citado Cayuela. Y se volvió a ir por no se sabe muy bien qué crisis anímica. Con semejante vaivén a nadie le puede extrañar que el Almena siga sudando en las cercanías del infierno. Al Boquerón Esteban le corresponde subirle a una zona más tibia. Es él otro técnico joven y con nula experiencia. Como lo eran Víctor Muñoz y Pichi Alonso, antiguos compañeros suyos en el Barcelona de los ochenta, que se ha convertido en algo así como el mejor surtidor de entrenadores para los maltratados banquillos de la Segunda División.

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