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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Aranguren

Algunos nos lo imaginábamos eterno, con su frágil figura dominando el tiempo y la desdicha. Cuántas horas de conferencias, coloquios, libros o artículos suyos no habré vitalmente compartido a lo largo de tres décadas. La vez última, en el recital madrileño de Lluís Llach en mayo del 94. Fue para mí una alegría inesperada encontrármelo cuando subía por la calle del Correo, caminando solo, algo despistado y con paso vacilante ya, en busca del teatro Albéniz. El cariñoso saludo que desde el escenario le dirigió esa tarde el músico catalán acabó fundiéndose en un largo y emocionado aplauso colectivo.Le escribí una vez más. No me resignaba a lo inevitable. "Ojalá, querido profesor", le decía, "viva usted lo suficiente para ver cumplido -fortunate senex- el sueño que anhela Llach en su canción: 'Llegarán los atletas que hace tiempo esperamos y ocuparán el ancho horizonte con luz de dignidad. Atletes de la pau, de les idees, atletes del somni d'un món millor". Su respuesta, diligente y entrañable como siempre, iba acompañada esta vez de una diminuta y temblorosa letra apenas legible.

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Aranguren

Releo hoy otra carta suya. Estamos en marzo del 79 y acaba de triunfar UCD en las elecciones generales ("Como ve", me comenta, "siguen triunfando los prisioneros de los prejuicios establecidos"). Pese a ello, corrían tiempos de ilusión y de esperanza. "Sólo soy casi pasota -ayer voté, aunque fuera en blanco- y sólo utópicamente ácrata", me confiesa, y de paso me comenta cómo cree él que resulta "más eficaz ponerse del lado de todos los marginados, globalmente, y sin separar sus causas, aquellas por las que luchan". Su cristianismo heterodoxo era también para algunos la única forma, transgresora o agónica, pero real, de ser fieles a lo mejor de nuestros orígenes.

Tres luminosos territorios marcaron la singladura de su vida: Castilla, Cataluña, Cali

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fórnia.... pero más aún que territorios geográficos eran espacios morales, vitales, tres hitos del espíritu tan distintos y tan distantes, amalgamados en su corazón en 'una especie de sincretismo casi imposible, como prueba de que nada auténticamente humano resulta ajeno a quien busca con pasión el paraíso perdido y encamina sus pasos al lugar de destino de nombre Nowhere. Recordar hoy a Aranguren como él desea ser recordado -autocrítico y humilde- no es sólo un justo homenaje a su memoria, sino el reconocimiento de que sólo desde la vivencia real y profunda de esos valores -la autocrítica y la humildad- podremos aspirar a salir de la miseria y la estupidez que nos asfixian y nos devoran-

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