Sigan leves
"Jóvenes nacionalistas" los llamó The New York Times. Pero nunca hubo un Gobierno menos nacionalista, menos españolista en España. Nadie como Felipe González fue capaz de disolver la manteca rancia de España en la realidad de su tiempo, la realidad de la OTAN, de la CE o de la descentralización del Estado. Ningún discurso relevante, ni en la izquierda ni en la derecha, estuvo menos hinchado que el suyo de apoplejías imperiales. La verdad decantada es que durante los trece años de gobierno socialista el casticismo nacionalista, el carlismo, en fin, estuvo en los tirantes rejigualdos de Fraga, en el Rh de Arzalluz o en el Nosaltres, SA de Pujol. Ahora todo eso va junto y va veremos, por cierto, quién moderniza a quien: la disputa entre los canoros Raphael e Iglesias, los anónimos científicos del PNV, o los artistas catalanes -Ballarin, mosén y escritor y Subirachs, escultor y escultor- promete ser enconada. Y ahora es cuando el PSOE debe extremar su cuidado para no despeñarse por la pendiente nacionalista: que el lema de los meses de oposición que le aguardan fuera el del agravio territorial o el de cualquier otra retórica salvapatrias sería por completo decepcionante. Ante lo que viene, el progresismo español necesita de los socialistas una oposición limpia y radical. Pero necesita una oposición y no ejercicios de vudú. Hay un orgullo- que los socialistas pueden exhibir sin complejos: desde 1982, son los únicos que han ganado elecciones sin acudir al complot, al agravio, a toda esa jíbara y estafadora reducción de la complejidad de la política que llaman nacionalismo. El progresismo y la ilustración española -eso existe y va a verse claro en poco tiempo- necesita que los socialistas sigan fieles a su levedad nacional. Por vez primera, todos los patriotas están en su sitio, es decir, juntos. El PSOE, auténtico hecho diferencial, no debería pisar ese gallinero.
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