Berlín y el Estado de Brandeburgo votarán el domingo sobre su fusión
Los votantes de Berlín, la capital alemana, y del Estado federado de Brandeburgo están convocados el domingo a las urnas para decidir en referéndum sobre una fusión y formar en el futuro una entidad estatal unificada bajo el nombre Berlín-Brandeburgo. El resultado de la consulta se presenta incierto, sobre todo por el rechazo que la fusión despierta en Brandeburgo. Si no se logra la mayoría, la fusión no se realizará y sufriría un retroceso la posibilidad de una futura reordenación administrativa de los Estados federados en Alemania, que analistas políticos y económicos consideran necesaria.
El artículo 29 de la Constitución alemana establece en su párrafo primero que "el territorio federal puede ser reorganizado para garantizar que los Estados federados, por su extensión y capacidad económica, estén en condiciones de cumplir eficazmente las tareas que les incumben". Si algún artículo de la Carta Magna merece el calificativo de papel mojado, es sin duda éste. La división de los 16 Estados ha resultado una criatura abortiva y carente casi por completo del menor sentido y proporción. Al lado de Estados con entidad territorial e identidad cultural han surgido absurdos administrativos. Todo ello como resultado de un anquilosamiento y la fosilización de pequeños intereses provincianos, contrarios a una ordenación administrativa y territorial basada en modernos criterios de rentabilidad y eficacia.Se da la situación grotesca de que tengan la misma consideración de Estados federados las ciudades hanseáticas de Hamburgo -cuya población es la mitad de Madrid- o Bremen -poco más o menos con el mismo número de habitantes que el barrio madrileño de Vallecas-, al lado de Renania del Norte-Westfalia, que, con sus 18 millones de habitantes, concentra una población mayor que los tres Estados europeos que forman el Benelux.
A pesar del apoyo de los gobiernos de gran coalición en Berlín entre democristianos y socialdemócratas y de la enorme popularidad del padre de la patria de Brandeburgo, el socialdemócrata Manfred Stolpe, que ganó las elecciones regionales con el 54,1% de los votos; a pesar de la masiva campaña de propaganda; a pesar de las tomas de postura favorables de los partidos de gobierno, empresarios, sindicatos e iglesias, el resultado del referéndum resulta incierto.
Se oponen a la fusión los poscomunistas del Partido del Socialismo Democrático (PDS), que cuenta con una fuerza considerable en Brandeburgo y el este de Berlín. El PDS, que se ha convertido en el partido articulador de la protesta en el este de Alemania, cuenta como aliado con el miedo de los funcionarios y burócratas a perder sus puestos habituales de trabajo. A esto se une un recelo en Brandeburgo a verse devorados por Berlín. En esto salen a relucir viejos resentimientos, acumulados durante la existencia de la RDA, cuyo régimen volcó recursos sobre la capital a costa del entorno de Brandeburgo.
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