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Cómico de pura cepa

La acción de Vedoya está dentro de la más pura tradición escénica española. Las referencias aparecen en la época medieval en la que el teatro fue expulsado de las iglesias. No es una moda de los últimos años. Durante dos o tres siglos y hasta la llegada del teatro clásico, vida y teatro siempre estuvieron mezclados. Era la- calle la que acogía las representaciones. Aún hoy, vida y teatro se fusionan en las puertas de los templos de la escena. Otros rituales escénicos, como las ferias o las procesiones, nunca han abandonado ese espacio abierto.Lo del reclamo a la puerta, lo que hizo Vedoya, surge con la aparición de las corralas y los teatros concebidos como hoy. Desde entonces, allí es donde las compañías, deseosas de atraer público, hacen sus aparatosos montajes. El contenido varía en función de la imaginación del cómico de turno.

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Estas acciones no se inventaron con los happenings en el Nueva York de los años sesenta de este siglo. Ni tan siquiera lo inventó el Tercer Teatro, de la Europa de los setenta. Mucho menos aún grupos como Comediants, Fura dels Baus o La Cubana que reviven la tradición en la década pasada, cuando nuestro país salía de una etapa en la que, durante décadas, se podían hacer muy pocas cosas en las calles y menos si eran histriónicas.

Estos grupos y muchos más ofrecen hoy en las puertas de los teatros pequeñas acciones revulsivas, buscadoras de la sorpresa, con las que juegan, dentro de un difícil equilibrio, con la confusión entre realidad y ficción. Lo de Vedoya no fue una provocación, fue una tradición. Pero en su acción se confundieron los límites, -es muy buen actor-, y perjudicó a terceros. No ocurrió así en un número muy similar que hace años, ofreció La Cubana, cuando antes de su personal representación de La tempestad de Shakespeare montaban un sarao con ambulancias simuladas y actores vociferando una posible tragedia. Estaban en un tejado. Era en el Teatro Olimpia.

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