El Atlético vuelve a perder el paso
El Betis se mostró con autoridad y obligó a su rival a aceptar el resultado
La peor Liga de los últimos tiempos sigue donde estaba: sin dueño. El Atlético volvió a perder el paso en el Manzanares y desperdició la ocasión de poner demasiada distancia sobre el Barcelona, pero aceptó el empate sin rasgarse las vestiduras. Acostumbrado a males mayores -la última trayectoria en su estadio ha sido estrepitosa-, el Atlético parece confiado en su ventaja sobre su perseguidor, en el pequeño colchón de puntos que tiene en este momento. O quizá se siente convencido de sus posibilidades en el próximo partido frente al Barcelona, un equipo que ha actuado con un declarado sentido de inferioridad frente al Atlético en los dos últimos duelos.La gente colchonera saludó al campeón de Copa y se preparó para aclamar al campeón dé Liga. Había euforia en el estadio, la extraordinaria alegría de una gente que ha visto mucho, y casi todo malo, en los últimos años. Pero ahora todo el mundo se siente feliz y cuenta los días para celebrar la conquista del gran título. Había una convicción general en el éxito del equipo, como si el destino hubiera dado la vuelta al viejo fatalismo que ha impregnado la historia del Atlético. Para la hinchada, el triunfo en la Copa ha sido una especie de señal divina, la sensación de que nada malo puede suceder en esta temporada memorable.
Pero había un partido complicado por delante. El Betis, que llegaba con algunas cuentas pendientes, es un equipo con algunas características notables. Está bien diseñado, es competitivo y tiene una veta rocosa que sirve para medir el verdadero estado de sus rivales. Nadie tiene una tarde tranquila frente al Betis, que exige de sus adversarios la máxima intensidad en el juego. En este sentido, el Atlético fue irreprochable. Estuvo bien metido en el partido, aunque hizo un fútbol discreto.
El encuentro se ajustó a lo previsto. Los dos equipos estuvieron en su ley. No hubo un gran juego, pero la tarde salió interesante, porque el resultado se volvió incierto. El Betis actuó con mucha naturalidad. No se dejó impresionar por la efervescencia del escenario y se confirmó como un equipo solvente, donde se hace el máximo aprovechamiento de todos los jugadores. Parece imposible sacar un gramo más de rendimiento a cada jugador. Y bien mirado, el Betis cuenta con varios futbolistas interesantes, algunos de ellos minusvalorados. Vean a Alexis, un medio centro poco conocido que sabe jugar de verdad: buen táctico, buen toque, buena disección. Una especie de metrónomo que da sentido al juego del Betis. Y además tiene carácter. Luego están los más populares: Alfonso, Jarni, Stosic y Pier, el cabeceador. Entre todos arman un conjunto muy estimable que puso en dificultades al Atlético.
El guión tuvo tres actos. El primer tercio del encuentro resultó bastante indefinido. La pelota no tenía dueño, o si se quiere había poco filo en los ataques. El Atlético sospechaba del interés del Betis en sacar el contragolpe y el Betis pretendía enfriar al Atlético, quitarle su habitual energía y llevarle a un encuentro comedido. Pero había demasiados intereses en el Manzanares. Un equipo olfateaba el título y otro buscaba la UEFA. Y poco a poco, cada uno fue a lo suyo, especialmente el Betis, que comenzó a adentrarse en el terreno del Atlético.
Se produjo entonces un doble efecto. El Atlético aceptó las condiciones que propuso su rival y buscó el contragolpe. No era su actitud habitual, pero las circunstancias le obligaban. Se sentía apretado por el Betis y por el recuerdo de sus recientes desplomes en el Manzanares, donde ha puesto en peligro la captura del título. Comenzó entonces el segundo acto, donde el juego tuvo más chispa, donde se marcaron los goles y donde el Betis fue más autoritario.
Respuesta inmediata
El gol de Alfonso levantó el temor en los aficionados del Atlético. De nuevo, la contrariedad en el Manzanares. Pero la respuesta fue inmediata: Pirri cabeceó un centro estupendo de Kiko y dejó las cosas como estaban. Fue un minuto de sacudidas que no mereció continuación porque enseguida terminó el primer tiempo. Luego se volvió al paisaje anterior: la leve superioridad del Betis a partir de la posesión de la pelota. Desde el Atlético no había mucho que decir. Fuera de la intervención de Kiko en el gol, sus mejores jugadores tenían poca presencia en el partido. Ni Caminero, ni Pantic, ni Kiko decidían gran cosa.
El tercer y último capítulo se desarrolló después de la expulsión de Olías. Los equipos se cambiaron los papeles sin disimulo. El Betis metió dos defensas más -Josete y Ríos- y el Atlético entró a ganar. Lo hizo con temperamento, pero sin claridad. Incluso se vió cerca de perder el partido en una vaselina de Alfonso que sobresaltó los corazones en el Manzanares. El partido giró más para la emoción que para otra cosa. Al Atlético le faltaron contundencia e ideas. Al Betis le faltaba un jugador, suficiente para considerar meritorio su empate, un resultado que también fue bien aceptado por el Atlético de Madrid, preparado para jugarse el título en el Camp Nou y convencido de su reciente autoridad sobre el Barcelona.
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