Decisión cantada tras la noche más larga
La FIBA admite irregularidades, pero desestima la impugnación del Barça, que estudia recurrir a otra instancia
De Bercy al hotel Concorde Lafayette. Del inmenso pabellón que se adaptaba a las exigencias de un recital de Sting, tan sólo culminar la cuarta derrota del Barcelona en una final de la Liga Europea, al cuartel general de la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA). En el inmenso vestíbulo del hotel parisiense, los representantes del Barcelona, con Aíto García Reneses y Salvador Alemany al frente, entregaban al juez único del comité de competición, Nar Zanolin, la impugnación del acta arbitral de la final a cuatro. Los hechos, exponen los responsables del Bareelona en un folio con 18 líneas escritas a mano, son: "A falta de 36 segundos para la conclusión del partido, se inicia la cuenta de 30segundos del Panathinaikos. La posesión expira a falta de seis segundos para los 40 minutos reglamentarios, deteniendo el reloj del partido, sin que suene la señal del operador de 30 segundos. El juego continúa con un tapón ilegal (efectuado después de que el balón toque el tablero) del jugador número 11 [Vrankovic]". Por ello, según el escrito firmado por Alemany, se reclama: "Que el juego se reanude a falta de seis segundos con posesión en la banda del Barcelona".A medianoche empieza una reunión maratoniana. Previamente los árbitros del partido, el israelí-Reuben Virovnik y el francés Pascal Dorizon, admiten ante Aíto y Alemany que el tapón de Vrankovic a Montero fue ilegal, es decir, que debían haber concedido dos puntos, con los que el Barcelona hubiera tenido las máximas posibilidades de ser campeón puesto que apenas quedaban cuatro segundos. Van llegando al hotel los periodistas, españoles en su mayoría, también algunos griegos. Ya es demasiado tarde para la cena. El apetito y la larguísima espera se inician en un pequeño piano-bar, ya el único abierto en el interior del hotel, con unos cacahuetes como único posible alimento sólido y cervezas que cuestan 62 francos la unidad, unas 1.500 pesetas.
Llegan al hotel los representantes de la Asociación de Clubes, su presidente, Eduard Portela, y su vicepresidente, Jordi Bertomeu. En el salón Saint Cyr empieza la reunión de los miembros de la FIBA que deben tomar una decisión: además de Zanolin, el vicesecretario general, Patrick Baumann, y poco después de que el Barcelona contacte con el presidente del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch, e insinúe la posibilidad de recurrir a los tribunales ordinarios, se incorpora también el asesor jurídico de la FIBA, Dirk Reiner Maertens.
La larga espera empieza con tertulias varias junto a los ostentosos escaparates de las tiendas que jalonan las columnas del inmenso vestíbulo del hotel, en las que se puede adquirir una camiseta por 425 francos (unas 10.000 pesetas) o un billetero de piel por 2.200 francos (unas 50.000 pesetas). Algunos recuerdan precedentes ya muy lejanos en el tiempo, algunos casi olvidados. El ex jugador internacional y ahora comentarista de la cadena SER Nino Buscató refuerza el escepticismo generalizado en torno al veredicto de la FIBA: "Ya en 1981 el Maccabi ganó la final al Synudine de Bolonia con una canasta de Berkowitz cuando ya pasaban varios segundos del tiempo reglamentario". Mientras, el secretario general de la FIBA, Borislav Stankovic, cena en un restaurante cercano acompañado de su esposa, y sólo hace una pequeña pausa para vaticinar sobre el fallo respecto a la impugnación presentada por el Barcelona: "La FIBA sólo ha dispuesto que se repita algún partido cuando ha existido algún tipo de violencia durante su desarrollo, pero nunca ha cambiado de opinión por una decisión errónea que pueda ser detectada a través del vídeo del encuentro".
Siguen brotando en los corrillos recuerdos históricos: el de la final olímpica de 1972 en Múnich, cuando la URSS impidió por vez primera que Estados Unidos ganara la medalla de oro gracias a que el entonces secretario general de la FIBA, Renato Williams Jones, hizo repetir los tres últimos segundos debido a que el juego no se detuvo después de que el seleccionador soviético pidiera un tiempo muerto. La jugada se repitió y Belov consiguió la canasta que situó el resultado en 51-50 para la URSS. Surgen otros ejemplos, unos segundos de un Barcelona-Real Madrid repetidos a puerta cerrada después de que se produjera una invasión de la cancha, o varios encuentros repetidos parcialmente a causa de errores de anotación que alteraron el marcador.
Aparecen en el hotel Concorde Lafayette el entrenador del Real Madrid, Zeljko Obradovic, y un grupo de ex jugadores serbios, como Kikanovic y Savovic, todos ellos muy felices por el triunfo de su compatriota Bozidar Maljkovic. Cerca de las tres de la madrugada, el jefe de prensa de la FIBA, Florian Waninger, anuncia que al cabo de una hora se anunciará la decisión. Los representantes del Barcelona deciden retornar a su hotel, el Kleber Palace, y esperar allí un fax con el fallo de la FIBA.
A las cuatro de la madrugada se produce el desenlace final. "La apelación del Barcelona es rechazada. Razones: 1ª. Basándose en los informes del comisionado técnico y de los dos árbitros, no hubo violación de 30 segundos porque la bocina no sonó. De acuerdo con el reglamento oficial en su artículo 18.2, 'la violación del equipo que tiene el balón para lanzar a canasta dentro de los últimos 30 segundos tiene que ser indicada por la señal acústica'. 2ª. La parada momentánea del reloj no perjudicó al Barcelona porque ya tenía posesión y la mantuvo durante la parada. 3ª. Respecto a las decisiones de los árbitros y de los comisarios de la mesa en cuanto al tapón de Vrankovic a Montero y a los errores de cronometraje que se alegan, el juez [Zanolin] no se puede pronunciar al respecto aunque los errores se demuestren con el vídeo". Joan Gaspart, vicepresidente del Barcelona, anunció ayer que el club recurrirá hasta las últimas instancias y que regalará a cada jugador una reproducción de la Copa de Europa "en recuerdo de un trofeo que ganaron y no les dieron". Aun así, la directiva azulgrana mantenía ayer discrepancias en torno a la adopción de una postura oficial. Algunos directivos eran partidarios de llegar hasta las últimas consecuencias, mientras que otros preferían que, una vez puesta de relieve la disconformidad con lo sucedido, se eligiera el camino de la prudencia sin arriesgarse a que la FIBA tomara represalias.
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