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D'Alema busca el voto en casa de Berlusconi

El líder del PDS dice a los trabajadores de Fininvest que no deben temer a la izquierda

"No debéis temer al día después de las elecciones". "Mi partido no busca la destrucción de esta empresa". "Vengo en plena campaña electoral para decir a los trabajadores de Fininvest que la izquierda no está contra ellos". Massimo d'Alema, secretario del Partido Democrático de la Izquierda (PDS), se presentó el jueves con estas frases en la llamada empresa-partido, feudo de Silvio Berlusconi, para tender su rama de olivo a los empleados del líder del Polo de la Libertad. La escena, insólita porque la hostilidad de la izquierda hacia las televisiones berlusconianas es antigua y conocida, no concluyó con un abrazo de Vergara. Sí marcó una cierta distensión, que Fedele Confalonieri, amigo del alma de Berlusconi y presidente de Fininvest desde que éste entró en política, constató con estas palabras escuetas: "Si D'Alema hace lo que ha dicho, ya es algo". Aunque enseguida añadió: "Aquí ya no hay un propietario único, el ciudadano Kane pertenece al pasado, y nosotros somos simples regentes. Se está intentando espantar a la gente con fantasmas".Todo ocurrió el jueves en un suburbio de Milán, en el estudio 11 de Fininvest, una caja pintada de azules y verdes pastel en la que se rueda precisamente el programa Stranamore, que es el equivalente a Lo que necesitas es amor en España. Que surgiera amor entre Confalonieri y D'Alema sería verdaderamente extraño, pero ni uno ni otro lo pretendían. El primero buscaba un gesto de autonomía de su empresa. El segundo, que había solicitado el encuentro, extender la imagen de moderación de su partido al campo de la política televisiva. Y así se dedicó a explicar lo que el centro izquierda hará y no hará en ese terreno, ante un público de ejecutivos y sindicalistas de Fininvest. El acto fue transmitido por circuito cerrado a las oficinas del grupo en toda Italia.

D'Alema reconoció que una izquierda moderna debe superar cualquier prejuicio contra la televisión. Destacó que su partido apoya la multimedialidad y la entrada de los grupos televisivos en la telefonía como exigencia de la competencia internacional; y se pronunció por la privatización de la RAI, televisión estatal, para reducirla a puro servicio público financiado sólo con el canon, y no con canon y publicidad como ahora.

Tocó también el tema de la prensa escrita para decir que el PDS buscará el fin de "la anomalía italiana" de que los periódicos pertenezcan a los grandes grupos industriales. Berlusconi se queja de que, mientras llueven las críticas sobre su potencia televisiva, se olvide que dos de los mayores diarios, La Stampa y el Corriere della Sera son de Fiat, mientras que un tercero, La Repubblica, pertenece a Carlo De Benedetti, presidente de Olivetti.

Y D'Alema entró en materia. La televisión privada, dijo, ha crecido sin reglas, y es preciso establecer normas flexibles "para potenciar el sector a través de la competencia, no para ponerle bridas", que el PDS se compromete a negociar. Además, "hay que resolver de modo muy claro el conflicto de intereses, en beneficio del país y de esta empresa, porque quien hace televisión no puede hacer política". "No podemos dividir a los italianos entre Fininvest y la RAI, porque esto no es bueno para Fininvest ni para Italia", afirmó.

Paolo Liguori, columnista de Berlusconi, reprochó a D'Alema que no mencionara a Vittorio Cecchi Gori, propietario de Telemontecarlo y candidato con el Olivo a las próximas elecciones. Mario Brugula, alto cargo de Publitalia, afirmó que una empresa que vive de la publicidad debe ser imparcial en la información. Un sindicalista que se definió "de izquierdas" pidió garantías de que Fininvest será respetada.

El secretario del PDS aseguró que ni Cecchi Gori "ni nadie que tenga conflicto de intereses entrará en el Gobierno de centro izquierda"; puso en duda que la información de las televisiones de Fininvest sea equilibrada, y respondió a todos: "He venido a decir que esta empresa no es un partido, que Berlusconi puede ser mi adversario, y esta empresa un patrimonio de todo el país, que se beneficiará, como las demás, del Gobierno de la izquierda. El peligro de la confusión de intereses, de que la empresa sea percibida con una parcialidad política, es real y a vosotros os conviene más que a nadie que se resuelva".

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Fedele Confalonieri no vive el conflicto de intereses como un problema. "Yo, para nada", responde concluido el acto, "eso es cosa personal de Berlusconi, aunque aquí se ha hablado de Cecchi Gori, pero se podría haber hablado de Susana Agnelli, ministra de Exteriores, y no me parece que sea ajena a la Fiat".

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