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Rafael Ortega gana la Oreja de Oro

Martínez / Seis matadores y un rejoneadora

Toros (y un novillo para rejoneo) de Manuel Martínez, chicos salvo 4º y 5º. Zotoluco: oreja protestada. Alejandro Silveti: aplausos. Rafael Ortega: dos orejas. Mario del Olmo: aviso y palmas. Leonardo Benitez: aplausos. El Conde: aplausos. El rejoneador Gerardo Trueba: aviso y división.

Plaza Monumental México, 24 de marzo. Tres cuartos de entrada. Corrida de la Oreja de Oro, a beneficio de la asociación de toreros.

El codiciado trofeo de la Oreja de Oro disputado entre los matadores jóvenes que más destacaron en la temporada fue para Rafael Ortega por su triunfal actuación en los tres tercios con el capacho y alegre Martincho. Lo recibió con una vistosa tafallera y en su quite por gaoneras mostró su finura. Con galleos y quiebros colocó a la res brava para banderillearla asomándose al balcón. En su faena de, embeleso presentó la muleta bien planchada y, sin molestar al toro, desmayó con empaque, la mano y la corrió con cadencia en ajustadas se ries de acompasados derecha zos y brillantes naturales. Al perfilarse con rectitud marcó los tiempos con pausa dejando el acero hasta el puño.

Zotoluco no pudo templar el largo y fijo recorrido del encastado primero, excepto en una tanda dé naturales. Con el débil segundo, Silveti se lució en elegantes gaoneras. Después estructuró con clasicismo series por, bajo pero como el burel no trasmitía, no hubo emoción. Mario del Olmo cargó con el pavo del encierro. Al final le pudo por el derecho pero ya era tarde pues el bicho terminó mirón y con medio recorrido.

La férrea voluntad de Leonardo Benítez se enfrentó con el aire que le agitaba el engaño y con el punteo de un quinto agarrado al piso. El Conde saludó a porta gayola con una larga cambiada al alegre sexto. Por falta de castigo, el enrazado morlaco desarrolló un difícil temperamento, terminó tirando derrotes y el jaliciense no lo pudo torear.

La habilidad con que manejó sus cabalgaduras Gerardo Trueba la hubiera lucido más de no haber alargado su tarea con el novillo que abrió plaza y al que enceló con destreza.

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