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General Motors y sus trabajadores llegan a un acuerdo que pone fin a la huelga más larga desde hace 25 años

General Motors, primer fabricante mundial de automóviles, y el sindicato del sector, Union Auto Workers, acordaron ayer poner fin a la huelga que 3.200 empleados comenzaron hace 18 días en dos centros de trabajo en Dayton, Ohio. Los detalles del acuerdo no se conocerán hasta hoy. Richard Shoemaker, vicepresidente del sindicato UAW, rebajó las expectativas que se habían creado sobre el alcance del pacto al decir que se ha solucionado "una huelga local sobre temas locales, aunque sus efectos hayan tenido un alcance mucho mayor".

Hasta ayer, la huelga mantenía bloqueada casi toda la producción de General Motors (GM) en Norteamérica: 26 de las 29 plantas habían tenido que cerrar total o parcialmente sus puertas por la ausencia de piezas y 175.800 de los 250.000 empleados no podían trabajar. Las repercusiones globales fueron mucho más allá: los principales suministradores de GNI tuvieron que acomodarse a los cierres y ajustar ritmos de producción y plantillas a la ausencia de pedidos.En el pulso entre GNI y United Auto Workers, la empresa ha tratado de introducir una estrategia de flexibilidad a largo plazo y de aumento progresivo de compras de piezas a proveedores ajenos. La compañía justificó su postura por razones de competitividad, para poder recortar los costes de producción, igual que hacen sus rivales. GM sufre la presión de los accionistas, porque fabrica el 70% de las piezas que usa para sus vehículos, frente al 50% de Ford y el 30% de Chrysler.

Los empleados de las dos plantas de Dayton que fabrican frenos para el 90% de los vehículos de GM se lanzaron a la huelga para que la empresa anulara los planes de comprar a precios más baratos sistemas de frenado y otras piezas fuera de la cadena de producción propia. La operación habría supuesto la eliminación de entre 128 y 325 puestos de trabajo en Dayton. Los empleados, que disfrutan de sueldos altos, como ocurre en el sector del automóvil en EE UU, asumieron los planes como una amenaza a su nivel de vida.

Las presiones para resolver el conflicto se habían multiplicado en los últimos días. Robert Reich, secretario de Trabajo, ofreció su mediación el miércoles, reflejando la preocupación de la Casa Blanca por las consecuencias de la huelga en la economía. La personalidad de los protagonistas del conflicto ha tenido que ver con la dureza del enfrentamiento: Stephen Yokich lleva sólo unos meses al frente del UAW y ha forjado su prestigio como militante combativo. En GM, la línea dura ha sido mantenida por su vicepresidente, Harry Pearce, que ha impuesto su criterio para abordar las huelgas por encima del de John Smith, presidente de la empresa.

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