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Se pondrá de moda ser simpático

Dice Manuel Vicent que los políticos han demostrado ser más sensatos e inteligentes que sus asesores periodísticos. Tal vez podría añadirse que el electorado ha probado, a su vez, mayor sensatez que el personal político. Podría, a condición de considerar al electorado como la mano invisible que compensa las insensateces de cada elector en particular. La metáfora de la mano invisible aparece en el capítulo II del libro IV de La riqueza de las naciones: "Al orientar esa actividad de manera de producir un valor máximo, [todo individuo] busca sólo su propio beneficio, pero en este caso como en otros una mano invisible lo conduce a promover un interés que no entraba en sus propósitos ( ... ) Al perseguir su propio interés frecuentemente fomentará el de la sociedad mucho más eficazmente que si de hecho intentase fomentarlo". El 3-M, cada elector votó a una opción, y tal vez lo hizo rabiosamente, pero, al igual que en la metáfora de Adam Smith, la suma de las pasiones particulares produjo el virtuoso resultado de fomentar el entendimiento entre varios partidos.Menos conocido es que Adam Smith es autor de una Teoría de los sentimientos morales en la que desarrolla, su concepción de la "moral de la simpatía". Según él, la simpatía es un sentimiento moral por el que los sujetos son capaces de aprobar las acciones de los demás con independencia del propio, interés. Su fundamento último es la capacidad del ser humano para ponerse en el lugar del otro.

Aquí lo que ha faltado estos años ha sido simpatía: el 19 de agosto de 1993, apenas un mes después de la cuarta investidura de González, el líder del PP se soltó el pelo en un famoso discurso pronunciado en Castellón en el que, entre otras muchas cosas, reprochó a su rival no teners ambición que el poder ni más ideología que el oportunismo, haber formado un Gobierno de profesionales del engaño, ampararse en pode res económicos y comunicacionales para cubrir sus falsedades y, en fin, carecer de autoridad moral para pedir, sacrificios a la población. Teniendo en cuenta que la prioridad del momento era el pacto social que se intentaba con los sindicatos para salir de la crisis, no puede decirse que Aznar demostrase en la ocasión gran capacidad para ponerse en el ligar del otro.

Esas frases forman parte del repertorio de los periodistas que han venido aconsejando a Aznar que persiguiera a los socialistas hasta el mar. Uno de ellos, el director de El Mundo, concedía el pasado domingo a los españoles un "aprobado -aunque raspado- en su examen de reválida democrática". En su opinión, si González hubiera vuelto a ganar, "España habría sido el problema". El mismo autor considera que las encuestas equivocaron a Aznar, llevándole a plantear una campana moderada ".sin apenas mencionar los GAL o la corrupción mientras el dóberman de Ferraz le arrancaba la mayoría a dentelladas". Pero sí las encuestas estaban equivocadas era que la política de sólo hablar, de los GAL y la corrupción durante, tres años no había producido el efecto esperado; doblar la dosis en la campaña sólo habría aumentado el rechazo de los no convencidos de antemano contra Aznar y sus propios dóberman; de donde se deduce que fueron éstos -los que todavía ahora afirman que "la línea de demarcación no pasa entre derechas e izquierdas, sino entre criminales y no criminales"-, y no sólo las encuestas, quienes le equivocaron.

Si hay motivos para pensar que las cosas pueden ser ahora diferentes no es porque la jauría vaya a disolverse, sino porque no hay estrategia al servicio de la cual convertir a Aznar en objeto de su acoso. González hará una oposición moderada no sólo porque haber estado en el Gobierno le hace más capaz de ponerse en el lugar de Aznar, sino porque demostrar que es capaz de oponerse de manera, diferente a como lo hizo su rival es lo que ahora conviene a su estrategia de recuperación de la mayoría. Asi, los intereses egoístas de ambos serán armonizados por una mano invisible, y por una temporada se llevará la simpatía.

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