Se desata la incertidumbre en Vallecas sobre la cantidad de beneficiarlos de la "quiniela del siglo"
"No va a haber fisuras. Nadie va a decir nada". Bernabé Sanz, el sacerdote de Comunión y Liberación, responsable del grupo de catequistas acertante de la mayor quiniela de la historia (1.425 millones de pesetas), está muy seguro de la fidelidad y el celo de su asociación para guardar silencio sobre las muchas zonas oscuras que rodean al premio. Es tanto el celo, silencio, desmentidos y fidelidad, que en Vallecas Villa, el barrio de Madrid en que viven todos los acertantes, se han desatado la duda y la sospecha. "Cuarenta no son, seguro. Sería imposible que nadie se hubiera ido de la lengua". Nadie entiende que alguien bendecido por la fortuna convierta este asunto en algo vergonzante, que nadie diga: "A mí me ha tocado".Nadie entiende, por ejemplo, por qué la familia de Mariano, uno de los afortunados, se cierre en banda y niegue una y mil veces su fortuna, pese a que el nombre de su hijo figure en el documento notarial, y a que finalmente Bernabé reconozca que Mariano es uno de los beneficiarios. Pero ni su madre, dueña de una tienda; ni su hermana, psicóloga, lo admiten. "Sí que es del grupo y también es verdad que suele echar la quiniela con todos, pero esta semana no participó y, por lo tanto, no le ha tocado nada", dicen asustadas.
"No lo quieren decir y basta", insiste Bernabé. "Todo el mundo tiene miedo. En un barrio humilde como éste nadie puede decir que le ha tocado nada porque se le echaría la gente encima. Dejádnos en paz".
Los hijos, los afortunados, han desaparecido del barrio. Ni ayer ni el martes acudieron por la noche, cargados con sus guitarras, al bar de enfrente de la iglesia al que suelen ir todos los días a compartir un mini de cerveza. Tampoco se han acercado por El Pórtico -su sede-, ni por la academia de guitarra en la que perfeccionan su técnica diariamente. Ni sus padres, cuando se consigue hablar con ellos, saben dónde pueden estar sus hijos. Se han convertido, sin ellos quererlo, en homónimos de sus vecinos del cercano poblado de la UVA: los más buscados y los más escondidos. La UVA, dicen, está revuelta porque ha caído la banda del Golf, unos atracadores de joyerías, y porque el perista tenía grabadas conversaciones con compradores de mercancías robadas. Así que allí nadie conoce a nadie mientras intentan disimular televisores y radiocasettes.
Bernabé dice que no hay posible reparto de culpas en la situación de psicosis policiaca que se ha creado en el apacible barrio. "Toda la culpa es de la prensa", afirma. Sin embargo, las dudas las ha creado su silencio. La asociación de Comunión y Liberación en Vallecas ha adquirido los tintes de una secta de familias. En Vallecas se habla de clanes y de sus respectivas sedes. "Todo el asunto se ha fraguado en el grupo del Congosto [una calle del barrio], no son más de cinco y el cura tiene algo que ver", dice el último soplo.
Todo un ambiente de misterio para una situación que también aparenta ser de lo más normal: un grupo de chavales quiere un nuevo local para reunirse y decide tentar a la suerte vía quinielas para sacar dinero. De repente, les cae encima un montón de millones y pierden el control ante el acoso periodístico. "No lo entenderéis nunca", termina Bernabé. "Su amistad es tan fuerte y tan sincera que nunca habrá problemas entre ellos". Aunque al final ninguno sepa cuánto le ha tocado ni cuántos son los afortunados.
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