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Tribuna:FÚTBOL LIGA DE CAMPEONES
Tribuna
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'La Juve': dos genes más

Jorge Valdano

Puede demoler al rival, nunca bailarlo; suele ganar sin encantar, intenta atacar sin tocar; debe correr, luchar y empujar para alcanzar el mejor nivel competitivo. La Juve no es un equipo atractivo, todos sus valores son previsibles y esforzados, pero cuidado porque no cede ni un solo centímetro de terreno, no comete ni media distracción, no regala absolutamente nada en su empeño de convertir el partido en una batalla épica. El gran sentido competitivo es un lugar común del fútbol italiano. Durante muchos años el reino del catenaccio hizo del 0 a 0 un objetivo; ese ahorro de riesgos legalizó el aburrimiento pero, al tiempo, cada partido ponía a los jugadores al límite de su tensión, de sus posibilidades y, a veces, hasta del reglamento. Un error costaba perder, una picardía valía ganar y si nadie se equivocaba el empate siempre era negocio: 0 a 0 y entre los dos ceros había una cuerda sobre la que los jugadores hacían equilibrio sin red. Esa cultura desarrolló un sexto sentido, "un gen más", según expresión de Sergio di Cesare, admirado periodista italiano.Si la historia ha dotado a los futbolistas italianos con un gen extra, competitivo y agónico, los jugadores de la Juve parecen estar desarrollando un segundo: disciplinado, de gran sentido colectivo y de espíritu ganador. Si me entretengo en esta leyenda es porque la Juve convierte el partido en una exhibición de entrega y fortaleza física y eso no puede escapar al análisis.

Sin la pelota es un equipo corto que junta a todos sus jugadores en 30 metros, someten a los rivales a una presión bien organizada y desgastante que empieza en los delanteros y compromete a todo el equipo. Con la pelota su juego es directo, vertical y rápido; a ese torbellino le pone lógica el cerebro de Paulo Sosa, algo acelerado por contagio pero siempre criterioso, y le pone magia el talento de Del Piero, El loco de la casa, el que aplica pausa, sorpresa y armonía en la zona de ataque.

A Marcelo Lippi, su entrenador, este equipo le debe su carácter (valores morales solidarios) y su orden (es un equipo sólido). La portería la cuida Peruzzi y la cuida con tanto esmero que pocas veces la abandona. Atrás tienen contundencia; defensores con oficio que siempre encuentran un último recurso para martirizar a los delanteros adversarios, son italianos (probablemente Ferrara, Carrera, Vierchowod y Torricelli este miércoles) y está bien porque para la marca no los hay mejores. Cuando el balón está recuperado se lo trata como un peligro al que conviene alejar.

El esfuerzo del medio del campo es heroico y, a veces, hasta parece que juega a una velocidad por encima de sus posibilidades, lo que afecta tanto a la lucidez como a la precisión. Conte por delante de la defensa, Lombardo y Deschampes en el ida y vuelta por afuera y Paulo Sosa en el enganche con los atacantes es mi apuesta para Madrid.

En un diccionario humorístico sobre el fútbol actual de los autores argentinos Fontanarrosa y Sanz se define al pressing como "el efecto del hormiguero pateado", la presión de la Juve me remite a esa frase porque es difícil hacerla con más entusiasmo y espíritu colectivo. La deserción es alta traición, como en la guerra, de modo que todos se desgastan parejo cuando se trata de recuperar el balón, también Ravanelli y Vialli, dos delanteros a los que nunca se verá en actitud contemplativa, que hacen de la lucha un estilo y del gol una obsesión. El exceso de sensatez amenazaba con dejar sin lugar a Del Piero, pero la lesión de Vialli le abre un hueco a la imaginación, de modo que el juego de la Juve perderá un gladiador para ganar a un Loco lindo que mejora el balón cuando pasa por sus pies. Malo para el Madrid. ¡

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