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Elecciones 3 de marzo

La decepción no fundió el témpano

Desconcierto entre la mayoría de los dirigentes del PP por unos resultados lejanos de sus optimistas previsiones

Javier Casqueiro

"Es un témpano". "Succiona la realidad con una facilidad pasmosa". "Siempre se reserva un punto de prudencia más que los demás, para bien y para mal". Así definían el estado de ánimo de José María Aznar, el presidente del PP y el candidato con más posibilidades de formar gobierno en la próximas semanas, tres dirigentes de ese partido que pasaron la larga y desconcertante" noche del pasado domingo con él, entre su despacho, invadido por un grupo selecto de amigos de su entorno privado; el gran salón para los comités ejecutivos, lleno de relevantes invitados, y las oficinas que ocupa también en la séptima planta de la sede, en Génova, 13, el equipo de Francisco Álvarez Cascos, el secretario general.Cuando las israelitas -esos arriesgados sondeos a pie de urna sobre las primeras 50 papeletas de una serie de mesas determinadas- empezaron a llegar poco después de las ocho de la tarde a la sala de mandos del PP donde se analizaron encuestas propias, televisivas, radiofónicas y prospecciones oficiales, la alegría tomó cuerpo entre todos. Los resultados se avecinaban inmejorables. Se pensaba en la mayoría absoluta y el jefe de prensa del partido, Miguel Angel Rodríguez, manifestaba a Antena 3 que se iba a superar al PSOE en 50 escaños. Aznar, entonces, se atrevió a valorar lo que compensaba el trabajo bien hecho y el esfuerzo de todos estos años de oposición desde que recogió un partido de derechas con un techo de cinco millones de votos y lo condujo a una formación "centrada" y de gobierno con cerca de 10 millones de respaldos.

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En esos momentos Aznar disfrutaba de ese dulce sabor de la nostalgia con un pequeño grupo de amigos íntimos, ajenos a la política, por lo menos de partido. Estaban en su despacho su esposa, Ana Botella, sus dos hijos varones y gentes como Juan Villalonga, uno de los pocos amigos de la infancia que le quedan de su paso por el colegio del Pilar de Madrid, hombre de negocios y bien situado en el mundo de la banca. Tampoco faltó Miguel Blesa, compañero de promoción en las oposiciones de inspector de finanzas. En una gran sala contigua, la que ocupan normalmente los miembros del comité ejecutivo del PP, se divertían a esas horas entre canapés una serie limitada de invitados. Por allí pasaron, entre otros, el escritor peruano Mario Vargas Llosa, el empresario Juan Abelló, Carlos Alberto Montaner, el político del partido liberal cubano opositor al régimen de Fidel Castro, y amigos del pueblo vallisoletano Quintanilla de Onésimo.

Cuando los primeros datos oficiales, sobre un escrutinio ya avanzado, revelaron que la victoria no iba a ser tan aplastante, Aznar dejó a las visitas y se plantó en el despacho de Alvarez Cascos. Allí trabajaban los técnicos del partido, bajo la batuta de Pedro Arriola, el sociólogo de cabecera del presidente del PP, que nunca predijo un resultado inferior a 169 diputados. Sin embargo, los ordenadores oficiales vomitaban cifras mucho más bajas, entre 160, 159, 158 y 156. Juan Naranjo, el jefe de documentación del PP, subía y bajaba de su burbuja en la sexta planta con los últimos avances por provincias y mesas. Y tampoco era portador de buenas noticias. Es cuando el despacho de Álvarez Cascos se asemeja ya al famoso camarote de los hermanos Marx cuando Aznar "vuelve a demostrar que es un témpano", según un dirigente del PP.

Sobre las diez de la noche del pasado domingo los canapés ya no entraban igual de bien que minutos antes en Génova 13 y es el propio Aznar el que anima a los más decepcionados o "desconcertados", como Rafael Arias Salgado, o Gabriel Cisneros, uno de los cerebros grises de sus discursos e intervenciones.

"Ni los más pesimistas pensaron nunca en un resultado tan bajo, ni Arriola, que es siempre el más realista", explicó un dirigente del PP. La cúpula del partido no tuvo tiempo esa noche de extraer conclusiones sobre lo sucedido. Sí se constataron varios datos al parecer irrefutables. "Las encuestas se han demostrado un fiasco y esperábamos mucho más de Andalucía, Levante y Cataluña, zonas en donde no se ha crecido nada", apuntó otro responsable del PP.

Un miembro crítico del comité ejecutivo hizo mella precisamente en el tema autonómico y en lo ocurrido en Andalucía: "Lo que no podemos hacer nosotros es como los socialistas, que nunca asumen nada, aunque pierdan o tengan un mal resultado. Porque ahora Javier Arenas [candidato a la Junta de Andalucía] tendrá algo que decir. El propio Aznar ha experimentado un retroceso en los últimos dos años en el tema autonómico y eso se ha pagado en Cataluña. Así no demostramos ser un partido centrado y la gente continúa teniéndonos miedo".

Antes de las once de la noche, hora prevista para la comparecencia de Aznar, nadie recordaba ya las sonrisas abiertas. Sí había frustración, caras largas, ojeras, cierto cabreo contenido. Y en esas Álvarez Cascos se apareció primero en la televisión y luego en la balconada montada sobre la fachada para anunciar a los 15.000 concentrados en la calle que el PP tenía seguros 166 escaños "y 12 más que van a llegar" y que teóricamente estaban en disputa con el PSOE. Nadie ha sabido explicar en el PP de donde procedía ese optimismo. Y menos esos datos.

Un dirigente justificó así a Alvarez Cascos: "Lo hizo para entretener y apaciguar a la gente que estaba en la calle y para que no comenzasen a corear que había habido tongo o pucherazo". Aznar tardó en encajar la exigua victoria, aunque no se derrumbó. Había citado a los 200 periodistas acreditados para ofrecerles una sosegada declaración institucional en el supuesto del triunfo "suficiente" pero la volvió a reservar para otra ocasión. Prefirió salir al balcón. Y luego se marchó al hotel donde le esperaba una fiesta. Nadie se atrevió a cuestionar ninguna vertiente de su liderazgo. Y hasta se apreció su trabajo. Pero sí se reconvino el aspecto presuntamente centrado del PP, que muchos electores aún no se atreven a adivinar.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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