El ex tenista rumano Nastase quiere ser alcalde de Bucarest

llia Nastase, la que fuera rutilante estrella de las pistas de tenis, se plantea ahora un reto tan grande más que ganar Roland Garros o Wimbledon, donde deslumbré al público hace un cuarto de siglo.El objetivo que Nastase se acaba de marcar, a sus 49 años, es la alcaldía de Bucarest, la sucia, fea y fría ciudad que antes de la II Guerra Mundial era llamada la París del Este y a los seis años de la desaparición de Ceausescu sigue haciendo sufrir a sus dos millones de habitantes.

"Tras la revolución pensamos que todo se arreglaría" dice un desengañado rumano dé la capital "Pensábamos que a estas alturas ya tendríamos agua corriente caliente de forma continua, un sistema de transporte público que funcionara y, sobre todo, una ciudad limpia. Pero no. Seguimos tan mal como antes".

El actual alcalde, Crin Halaicu, prometió cambios radicales cuando fue elegido hace cuatro años, pero la magnitud del problema heredado y lo magro del presupuesto -apenas 26.000 millones de pesetas para dos millones de habitantes (Madrid, con tres millones de habitantes, cuenta con 350.000 millones) le han impedido acertar la realidad a sus promesas,

Nastase quiere convertirse en alcalde en las elecciones de mayo y promete que si lo lograr recurrirá a fondo a sus contactos por todo el mundo para devolver a la ciudad parte del atractivo de antaño. El alcalde Nastase comenzaría por pedir a los rumanos que, para empezar a cambiar la ciudad, agarraran la escoba y el recogedor y limpiaran como mínimo las calles y aceras frente a sus casas. "Todo el mundo se queja de que el Ayuntamiento no hace nada, pero tampoco se puede uno quedar de brazos cruzados", dice.

Pero es una idea que no parece calar entre los futuros electores. "La gente no va a cambiar y no creo que Nastase, con su poca experiencia vaya a conseguirlo" dice el mismo desencantado que lamentaba las expectativas frustradas. "Pero quizá Nastase no esté tan mal. Al fin y al cabo no puede empeorar las cosas".

The Independent / EL PAÍS