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Madrid, modelo para armar

El Partido Popular presentó su programa cultural sobre el escenario de un antiguo teatro desamortizado y reconvertido, lo que no parece ser un buen augurio sobre el futuro de las artes escénicas en manos de los nuevos y presuntos gestores de la cosa pública.En Madrid, el teatro municipal es cosa de los señores de Pérez, don Gustavo y doña Mara, que han de compaginar sus tareas oficiales haciendo chapuzas en sus horas extras para redondear el sueldo y no perder el tren de vida al que están acostumbrados como príncipes de la farándula y de la camándula.

El teatro comunitario está en un momento de impasse, al consejero Villapalos le huyen los asesores, alertados de sus posibles nombramientos por los periódicos, mientras alrededor de su hombre de confianza en estas materias, el prolífico Alonso Millán, se monta un gatuperio de despachos al estilo Juan Guerra que le impide consagrarse a sus labores de asesoramiento en las áreas más comerciales y frívolas de la actividad teatral, que constituyen su lucrativa especialidad privada como empresario y autor de comedias ligeras, de ropa y de inventiva.

A través de estas vicisitudes hay quien lucha por conservar su abadía y quien opta por acceder a una capellanía haciéndose retratar junto a los nuevos mentores de la cultura popular, que como tal parece alérgica a, las vanguardias y los experimentos.

En vísperas del carnaval, la culta asamblea de los postulantes hace coro y séquito a su señor natural, Aznar, cuyas ideas estéticas podrían resumirse en esta frase memorable pronunciada en los corredores de Arco y recogida respetuosamente en los titulares de prensa: "Me gusta mucho Botero".

No hay que asustarse; se trata del bulímico artista colombiano, maestro de la celulitis pictórica y escultórica, no del Pedro Botero señor de las calderas infernales, a las que irán a parar, huérfanos de subvención y apoyo, los artistas réprobos e insumisos que no hayan comulgado con whisky y canapés en el acto fundacional del Teatriz, ni en los desayunos culturales que Gustavo Villapalos convoca en el Hotel Ritz, cuyos celosos custodios están siempre dispuestos a despachar a las tinieblas exteriores a los artistas y diletantes que no guardan la debida compostura indumentaria por muy asesores que sean o aspiren a ser.

Nada de cómicos gorrones de medio pelo, se acabaron las greñas y las panas. Lo menos que se les puede pedir a los aspirantes a parasitar entre los terciopelos y los tules es que no ofendan con su desharrapada apariencia a sus ilustres mentores a la hora del desayuno.El culmen del nuevo teatro popular será una Dragontea de Fernando Sánchez Dragó, protagonizada por Norma Duval, aeróbica diosa surgiendo desnuda de la concha del apuntador para proclamar la venida de los nuevos tiempos. Quizás accedan los nuevos centurionesa montar una versión para el Inserso con Sara Montiel, cual Magdalena arrepentida, más manchega que proustiana, Perdonada de todos sus antiguos pecados tras ungir los piececitos de Aznar con los óleos y ungüentos de su untuosa y postiza cabellera.

Tiempos de carnaval, se agotaron en Cornejo las levitas neoliberales y las chaquetas sobrias y centradlas, y una floración de corbatas anuncia la primavera que para otros será larga cuaresma en el desierto. Miércoles de Ceniza, el alcalde Manzano, más cuaresmal que carnal, observa los últimos coletazos de la momificada sardina que sobró de la extinta movida y entierran los últimos y plañideros cofrades en las orillas del río Manzanares, mientras alegres y faldicortas viudas populares les hacen befa y escarnio y les apalean con sus escobas.

En el carnaval del Círculo de Bellas Artes se despide el cortejo, anticipando con galas carcelarias malos tiempos para la lírica; y la diosa Cibeles se aburre. contemplando los desfiles de su pasarela que perdió el desparpajo, el descaro y las provocativas maneras de antaño.

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