_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una merienda de locos

Amaneció exactamente igual que en Neuromante, de William Gibson, la novela fundadora del ciberespacio. El cielo del primer día de campaña tenía ese apesadumbrado color gris pantalla de televisión. Como cuando tenemos encendido el chisme a altas horas de la madrugada, mantenemos fija la mirada en su rectángulo de cristal, pero resulta que no hay imágenes, sólo chispazos, zumbidos, alguna que otra interferencia, rumores de fondo.Esas fueron justamente las dos grandes imágenes inaugurales de la campaña: el secuestro del vídeo de HB y la confirmación de que no habrá debates entre los dos o tres líderes. Las pantallas nos informaban con todo lujo de detalles de esas imágenes que, por una y otra razón, de ninguna manera lograremos contemplar en nuestras pantallas. Hay que reconocer que esta vez empiezan poniéndonoslo bastante difícil. La primera en la frente, mejor dicho, un poco más al sur. No tendremos más remedio que imaginar por nuestra cuenta y riesgo esas imágenes birladas o sencillamente censuradas de las que se discute tan acaloradamente el primer día.

Más información
"Votaré aI PSOE, a pesar de la corrupción y los GAL"
Teoría del "centrobic"

Ahora bien, el vídeo secuestrado de HB no plantea demasiados problemas de autorrepresentación visual. A estas alturas del docudrama no sólo te lo puedes imaginar con todo lujo de detalles más o menos anticonstitucionales, de idéntica manera que el trailer es más que suficiente para saber de qué van las películas de Stallone, Van Dame y otros mamporreros; sino que, además, la masiva distribución clandestina de la cinta garantiza una audiencia igual o superior a su emisión en esos aburridísimos espacios oficiales de propaganda electoral. Y sin que visto en el magnestoscopio personal como vídeo pirata canten tanto sus numerosos fallos de guión y realización; sin someter el spot a los implacables críticos del medio.

Imaginarse con los ojos cerrados los debates escamoteados es otra cosa. Sobre todo, los trinitarios. Aquí sí que siento mucha frustración como espectador aficionado a las grandes emociones catódicas. Esto era realmente novedoso (y morboso) en los anales del medio. Porque ese prometido triangular entre González, Aznar y Anguita aclararía en buena parte el enorme lío metafísico en el que estamos metidos y que ni siquiera la escolástica española, con haber hilado siempre muy fino en asuntos de raza trinitaria, pudo imaginar: "cómo coño es posible que estemos dualizados por tres".

El debate no era, como se piensa torpemente, para sumar o restar votos los unos a los otros. Desde aquella vieja derrota de Nixon a manos de Kennedy, todos los duelos en la pequeña pantalla conducen al empate, son carnaza de match nulo. Sólo en este país las élites están convencidas que las masas pueden cambiar de voto por un simple programa de televisión, No era eso. Ese insólito duelo que no fue posible eran sencillamente ganas de visualizar el trilema. Algo así como volver a disfrutar de aquella merienda protagonizada por la La liebre de marzo, El lirón y El sombrero loco.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_