El brocal de Anguita
Como han puesto de manifiesto las encuestas preelectorales más recientes, la sociedad de cuentas en participación o joint-venture política formada durante la última legislatura con la finalidad de erosionar al PSOE a la vez desde la derecha y desde la izquierda ha resultado muy rentable para el PP y escasamente productiva para IU: mientras Aznar prepara la mudanza al Palacio de la Moncloa, Anguita sólo aspira a mejorar sus resultados de 1993 en algunos puntos. La sangría de votos del PSOE está beneficiando al PP mas que a IU no sólo para las elecciones legislativas, sino también para los comicios autonómicos de Andalucía, donde la coalición negativa del popular Arenas y el comunista Rejón ha sido letal para la Junta socialista. Tal vez a la vista de ese balance más bien deprimente, Anguita ha empezado a entreabrir las ventanas de esa casa de Bernarda Alba política donde vive encerrado a cal y canto.La frustración de sus expectativas está llevando al coordinador de IU y secretario general del PCE a una cautelosa revisión de las bases doctrinales (la parábola de las dos orillas) y el objetivo inmediato (el sorpasso, o adelantarniento del PSOE en las urnas) de su estrategia. La buena nueva más importante es la mano tendida por Anguita a los socialistas desde el brocal del pozo para sacarles de sus aguas putrefactas si confiesan sus culpas, abjuran de sus errores y derrocan a Felipe González. Pero incluso esa mínima apertura condicional al PSOE resulta contradictoria no sólo con la satanizadora doctrina de las dos riberas, sino también con las sectarias orientaciones marcadas por el reciente congreso del PCE para que los militantes comunistas transformen a CC OO en su correa de transmisión sindical e impongan su hegemonía dentro de IU.Los dirigentes de la III Internacional solían eludir las inconsecuencias lógicas de sus razonamientos mediante una vaga apelación a la dialéctica. A fin de superar la contradicción existente entre la metáfora maniquea de las dos orillas (que otorga a IU la solitaria propiedad de la ribera izquierda y hacina en la margen derecha al PSOE junto a los restantes partidos) y la parábola caritativa del buen samaritano (dispuesto a correr en auxilio de los socialistas si se arrepienten de sus pecados), Anguita regresa a la filosofía primera de Aristóteles y a las cogitaciones sobre el ser y el estar. Pero ese paseo por los altos páramos de la metafísica no es una excursión turística: si Julián Marías ha señalado que el español expresa con gran claridad -a diferencia de otros idiomas- la contraposición conceptual entre el ser y el estar, Anguita utiliza esa diferenciación para distinguir entre los partidos que son irremediablemente de derecha y un PSOE que está ahora en la derecha, pero que podría volver a ser de izquierda si cambiara de dirigentes y de política. La ontología sirve, así pues, para abrir una pequeña ventana de oportunidad a eventuales alianzas entre IU y el PSOE que ayude a expulsar del cuerpo electoral de izquierda la tentación del voto útil en favor de los socialistas y la sensación de estar depositando un voto inútil cuando apoya a la formación hegemonizada por el PCE.
En las elecciones de 1993, Anguita afirmó que los escaños conquistados por IU serían como un vaso de agua para los caminantes sedientos del desierto; en esta campaña, en cambio, muestra a su caravana de seguidores las luces de ese poder que IU podría alcanzar en alianza con los socialistas siempre que el PSOE entregara previamente -con el rigor de la ley mosaica- la cabeza política de Felipe González y se dispusiera -con espíritu neotestamentario- a regenerar sus costumbres. Pero, así como el más experto beduino puede ser engañado por el espejismo de un oasis inexistente, Anguita también podría extraviarse entre las dunas mientras rueda su personal remake de Lawrence de Arabia en pequeño formato a la espera de que las bases del PSOE se rebelen contra sus jefes, confiesen sus culpas y emprendan la senda de la virtud.
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