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Adiós a los lores británicos

El lider laborista Tony Blair proclama como objetivo abolir la Cámara alta del Parlamento, dos tercios de cuyos miembros son nobles hereditarios

"La actual Cámara de los Lores es moralmente indefendible, históricamente anacrónica y políticamente, injusta". La frase podría haberla pronunciado el líder laborista Tony Blair, el mayor enemigo de la Cámara alta del Parlamento británico, a juzgar por su discurso de hace poco más de una semana.Sin embargo, pertenece a lord Richard, líder de la opósición en los Lores, ese geriátrico político que se reúne un promedio de 140 sesiones al año en una pequeña sala con asientos tapizados de rojo en el palacio de Westminster.Títulos rimbombantes y personajes excéntricos, salidos de una novela de Oscar Wilde, conviven en ese escenario al que la política británica otorga una importancia que va más allá de lo puramente ornamental.

La propuesta del líder laborista de acabar con los lores hereditarios ha sido interpretada por los conservadores como una "amenaza a la estabilidad" del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

Junto a la alta jerarquía de la Iglesia de Inglaterra,, compuesta por 25 venerables obispos y arzobispos anglicanos, Y. algunas grandes estrellas del firmamento político, como la ex primera ministra conservadora baronesa Margaret Thatcher, en la Cámara de los Lores se sientan centenares de aristócratas británicos cuyo único mérito para acceder a la alta Cámara ha sido heredar, de sus ancestros el título de par del reino.

El número de lores hereditarios se aproxima a los 800 del total de casi. 1.200 miembros de la Cámara. El resto está formado por ilustres jubilados a los que la soberana británica, Isabel II, tiene el derecho de nombrar lores de por vida.Este apartado incluye también a los pares nombrados con el objetivo único de asesorar a la Cámara alta (después de todo, es el Tribunal Superior de Apelación o Tribunal Supremo) en cuestiones jurídicas.

Por supuesto, no son razones económicas -los lores no perciben salario alguno, excepto unas 26.000 pesetas de dietas diarias- las que atraen a la nobleza a tan digna Cámara. Se trata más bien de un privilegio histórico, del mantenimiento de una especie de consejo de ancianos, cuyos poderes, por otra parte, ya fueron recortados sustancialmente en 1911.

En ella se encuentran personajes curiosos como el marqués de Bristol, capaz de soportar él solo sobre sus espaldas los títulos de baron Hervey de Ickworth, conde de Bristol, conde Jermyn y lord interrogador supremo.

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Aunque detrás de tanta pompa se esconda únicamente un ser humano que acaba de pasar por la prisión de Brixton acusado de posesión ilegal de cocaína y heroina.

En su discurso, pronunciado en memoria del fallecido líder laborista John Smith, Tony Blair prometió acabar de un plumazo con estos privilegios. ¿Quizá porque tan sólo 12 de estos lores que ocupan la Cámara en su calidad de herederos de un título pertenecen al Partido Laborista?, se preguntan las malas lenguas.

De hecho, laboristas o conservadores (24 lores pertenecen al Partido Liberal Demócrata), los lores que se sientan en Westminster tienen un perfil similar. Viejos apellidos con una inclinación al populismo.

La semana pasada, sus honorables señorías infligieron sin pestañear una humillante derrota al Gobierno declarándose a favor de que los grandes acontecimientos deportivos queden en manos de las televisiones que no, son de pago.

Sin embargo, en los años ochenta, el voto de la Cámara alta se inclinó del lado de la dama de hierro [Margaret Thatcher] en la espinosa polémica de la poll tax (impuesto municipal que impuso Thatcher]. ¿Cómo oponerse a tan justificada ley cuando en la solemne Cámara se sientan personajes como el undécimo duque de Queensberry y noveno duque de Buccleuch, a sus 72 años el mayor terrateniente de Europa?

En realidad, nuestro doble duque ni siquiera es un apasionado de Westminster. En el registro de asistencias en la legislatura de 1994-95, su señoría no. figura ni una sola vez. Tampoco lord Monkswell, miembro del Partido Laborista, parece ofrecer un ejemplo plausible de lo que su compañero de Cámara, el marqués de Reading ha descrito como "el más respetable conjunto de hombres y mujeres que he conocido". Monkswell hubo de cambiar la Cámara de los Lores por las prisiones de Risley y Kirkham tras atacar a un rival sentimental con una llave inglesa.Aun así, la majestad de la Cámara en la sesiones oficiales impresiona. Las largas capas rojas forradas de falso armiño, los sombreros negros y todo el pomposo ritual son capaces de encandilar al más escéptico. Sustituir ese esplendor trasnochado por una, Cámara electa no le será sencillo a Blair. Los hijos de las amantes de los reyes reclaman su derecho a la historia.

Ya lo ha dichor Lord Mancroft, miembro del comité ejecutivo de los pares del Partido Conservador: los laboristas pretenden sustituir a los, "amigotes borrachines de Jorge. IV por las amantes de Harold Wilson".

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