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Ciudad fantasma

Juan José Millás

Nadie quiere alquilar las torres beodas de la plaza de Castilla, fruto de los mejores años de la especulación inmobiliaria o de la fiebre del 92 y aledaños. Ahí están, ahí están, vacías por dentro y torcidas por fuera, inclinándose ante sí mismas en una reverencia que no obedece a criterios religiosos, ni arquitectónicos, ni urbanísticos, ni estéticos, ni económicos, ni nada. Se tronchan porque están muertas de la risa, y es que en aquella época (prácticamente ayer) nos reíamos todo el tiempo de lo fácil que era hacerse rico, y de lo sencillo que resultaba recalificar. Estaba chupado ser un De la Rosa, un testaferro un Conde, un hombre de paja, así que cada vez que sonaba la campana de la caja registra dora nos sujetábamos la cintura y nos mondábamos. Por eso hicimos esas torres y las bautizamos como la Puerta de Europa, porque entonces nos gustaba, ir a Maastricht a carcajadas y nos volvía locos que al regresar nos recibiera un disparate arquitectónico sin pies ni cabeza. Nos desternillábamos de lo fácil que era vulnerar la ley de la gravedad y el sentido común. Pero ahora que ahí están, no sólo no cumplimos las condiciones de convergencia de la Unión, sino que no logramos alquilar las malditas oficinas. Es más dificil vender esa moto que interpretar las contrataciones de Villapalos para mejorar la cultura de la Comunidad. Los proyectos megalómanos, al final, resultan inviables. Y, si no, fíjense en ese macroeropuerto que quiere hacer Borrell sobre el de Barajas. Dice que ya ha encontrado, la solución al tortazo medioambiental que van a recibir más de medio millón de personas: se aislarán las viviendas, asegura aguantándose la risa. No explica cómo jugarán los niños en la calle, si protegidos con un casco o con, un traje de astronauta, ni cómo se las arreglarán los claustrofóbicos para vivir dentro de un búnker. Y es que Borrell juega con la ventaja de que en este país, a diferencia de los que sí cumplen las condiciones de convergencia de la Unión, carece de una legislación antirruidos como Dios manda. Pero todo se andará. Tiempo al tiempo.

Lo que no entendemos es por qué un ministro con los días contados se implica de ese modo en una operación tan discutida y discutible, tan dudosa, en fin. A lo mejor lo hace por patriotismo aeroportuario, del mismo modo que Solchaga aconsejaba a todo el mundo hacerse rico por patriotismo económico, o Villapalos contrata a Alonso Millán por patriotismo cultural. Los caminos del patriotismo. son como los del Señor: no sabe uno cuál de ellos le llevará al infierno. Pero lo que decíamos es que cuando ese aeropuerto de locos se declare inviable por inseguro, ruidoso e inhumano, podrán aterrizar en él las cigüeñas de la región,según un reportaje de Lucía Enguita, leído aquí, ya no que se se van a África en invierno, de un lado porque los fríos son. menos intensos que antaño, y, de otro, porque se forran con la basura de Valdemingómez. Así que las hemos pervertido a las pobres. Ahora, cuando el termómetro baja, se van un fin de semana a Andalucía, en plan clase media alemana, y enseguida regresan al vertedero, donde se vuelven locas por las cosas que brillan. Están como nosotros en el creyendo que lo más importante de la vida es lo que brilla, aunque no sea, más que un paquete arrugado de Marlboro o un preservativo untado con vaselina. Y ahora Borrell les hace unas instalaciones para que jueguen a los aterrizajes. Ya verán: cuando esté terminado el disparate aeroportuario de Barajas, pero sea tan difícil despegar de él como alquilar los gigantes beodos de: la plaza de Castilla, Madrid se habrá convertido al fin en una ciudad fantasma, llena de oficinas vacías y de aeropuertos inhábiles en cuyas torres de control anidarán las cigüeñas del vertedero de Valdemingómez, mientras en. los teatros de la Comunidad se representan las exquisiteces programadas por el Samuel Beckett español y su amigo Villapalos.

Mucha basura, en fin. Como decía. un personaje de El Roto el otro día, "el Estado de bienestar se nos está quedando en un bonobús". Por cierto, Roto, que el descosido de aquí al lado te da la bienvenida y te desea lo mejor. Feliz Domingo.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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