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Reportaje:

El salto de la 'niña bonita'

La madrileña Sagrario Aguado fue hace 30 años pionera del atletismo español, deporte vetado a las mujeres hasta 1960

En 1966, hace ahora 30 años, Sagrario Aguado, una madrileña de 17 años nacida en la calle de Don Quijote, en el barrio de Tetuán, comenzó a practicar atletismo en el club Atlético de Madrid, una decisión que entonces resultaba un tanto excepcional. Hasta el 1 de enero de 1960, tan sólo seis años antes, las mujeres españolas no habían podido participar en ninguna competición oficial de este deporte, ya que estaba, prohibido por decreto. Poco les importaba a los responsables franquistas de política deportiva que en Europa las atletas femeninas hubieran participado ya en los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952.La Sección Femenina era la responsable de tan extraño veto: en su opinión, la práctica de esta_ especialidad deporiva convertía a las jóvenes en unos marimachos. La prueba irrefutable de su teoría eran las atletas de los países del Este. Esta organización de mujeres, de ideología joseantoniana, "era la gran enemiga del atletismo femenino", afirma Sagrario Aguado, de 46 años, que fue considerada la mejor deportista de 1967, año en el que batió el récord nacional de salto de altura con 154 centímetros.

"Cuando yo empecé", dice Aguado, "todavía había pruebas prohibidas. No se permitía el lanzamiento de peso, y sólo nos dejaban correr hasta 1.500 metros.Cuando, por ejemplo, salía en televisión una lanzadora de un país del Este que era horrorosa, lo achacaban al deporte. Siempre iban a poner el dedo en la llaga".

De cualquier forma, a la veterana deportista nadie le puso trabas, aunque reconoce que cuando empezó su carrera "ir con chándal estaba todavía mal visto". El caso es que ella llegó y rompió el molde. Alta, delgada, rubia, ojos claros y muy guapa, no tardó en acaparar la atención de los medios de comunicación y de las revistas del corazón, que' siguieron paso a paso la vida de la niña bonita del atletismo español, desde el casamiento hasta el nacimiento de sus tres hijos. Como muchos señalaron, ella consiguió aclarar de una vez por todas que la actividad deportiva no disminuía la gracia y belleza de las féminas.

Durante 10 años fue imbatible en su modalidad, y Sagrario Aguado entró a formar parte de la leyenda del atletismo español. Ella estrenó el salto Fosbury, que se realiza de espaldas, y no de frente como el rodillo ventral *

Entre 1967 y 1975 sólo le quitaron el récord en dos ocasiones. Las culpables: una holandesa nacionalizada española, Carolina Nolte, y una catalana, Teresa María Roca, fallecida hace un par de años. Sagrario recibió tres veces el título de Mejor Deportista de Madrid.

En las competiciones internacionales las cosas eran bien diferentes. Cuando Sagrario batió por primera vez el récord con 154 centímetros, la rumana Iolanda Balas saltaba ya 190. Ni siquiera ahora las atletas españolas han superado a la rumana; el récord de España está ahora en 189, y lo ostenta Carlota Castrejana.

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"No hacíamos excesivamente el ridículo, porque no competíamos con todo el mundo", advierte Sagrario. "Nos enfrentábamos con las griegas, portuguesas, belgas, que también nos ganaban, pero no, con tanta diferencia. Desde luego no lo hacíamos contra las alemanas o las rusas. Además, para las chicas del Este, el ser deportista les daba la posibilidad de viajar fuera de su país, era su vida. Si ellas entrenaban 10 horas, nosotras dos. Yo me permitía hacer mil cosas más: estudiaba Ciencias Sociales, trabajaba y me divertía. No hice grandes sacrificios".

Según cuenta la campeona madrileña, era normal, después de los entrenamientos en el Instituto Nacional de Educación Física (INEF), ir a tomar unas copas a Casa Manolo, en Argüelles, y hasta que los deportistas fumaran. `Yo nunca fumé, porque no me gustaba. Pero tenía muchos compañeros que entre prueba y prueba, en medio de. una competición, se echaban un pitillo. Yo nunca dejé de asistir a una fiesta por que al día siguiente tuviera que entrenar. Y jamás hice ningún tipo de régimen".

Aunque esta forma de vivir el deporte profesional sea ahora difícil de entender, tampoco se les podía exigir mucho más a las atletas, puesto que no cobraban ni un duro.

"Sólo en una ocasión me dieron una beca de 4.000 pesetas mensuales por ser campeona de España. Con ese dinero no tenía ni para la gasolina de mi seiscientos. Como encima no estaba permitido el patrocinio, pues tampoco podías hacer un anuncio. Era una ruina".

Aguado, sin embargo, no siente ninguna envidia de las actuales atletas de élite. "Todos los deportistas de mi generación comentamos lo mismo: nos encanta el deporte, pero el de élite es tan sacrificado y complicado, se reciben tantas presiones hoy día, que no sé hasta qué punto es bueno. Si yo tuviera que empezar ahora, me lo pensaría dos veces".

En 1974 Sagrario se casó con el abogado José Ignacio Calderón, y, en 1975, al quedarse embarazada de su primer hijo, se retiró como récord de España cuando ya había logrado saltar 173 centímetros.

Tras el nacimiento de su hijo volvió a competir. Consiguió el tercer puesto en la Copa Latina de Río de Janeiro y el quinto en los Juegos del Mediterráneo. Un segundo embarazo y un problema con el menisco le obligaron a abandonar el salto definitivamente. En las primeras elecciones democráticas al Ayuntamiento de Madrid se presentó como candidata a concejal en la lista de José Luis Álvarez (UCD), pero se quedó fuera y nunca más lo intentó. También pudo haber triunfado en televisión con el programa Puesta a punto, diseñado por ella y que finalmente presentó Eva Nasarre.

Trabaja en la Escuela de Organización Industrial (EOI), donde se ocupa de los programas especiales para pequeñas y medianas empresas. Sigue en contacto con el mundo deportivo a través de la comisión de atletas del Comité Olímpico Español, a la que pertenece. Y reconoce la satisfacción que le produce que, después de 30 años, se acuerden de ella.

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