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¿Sor Svetana Stalin?

Un sacerdote italiano tiene cartas en las que la hija del dictador manifiesta su deseo de profesar

Svetlana Stalin, de 70 años, la hija predilecta del dictador, ha encontrado finalmente la paz en la religión católica. Ha vivido en conventos y es tal vez posible que haya pensado en hacerse monja. Incluso quizá lo sea ya. La noticia tiene su origen en Giovanni Garbolino, un misionero del Istituto della Consolata, quien la sustenta con un montón de cartas de Svetlana publicadas ayer por Chi, una revista ligera de espectáculos perteneciente al grupo editorial Mondadori.El octogenario religioso, nacido en el Piamonte pero de nacionalidad estadounidense, ha confirmado a la agencia estatal Ansa todo lo publicado por Chi, con una sola matización: "¿Hacerse monja a una edad tan avanzada? No se lo consiente el derecho canónico. Es muy religiosa y vive en conventos, pero no es monja".

Sin embargo, en una de las cartas publicadas por la revista citada, Svetlana Stalin dice claramente que está a punto de empezar el noviciado para, si supera la prueba, profesar votos tres años más tarde. La carta lleva fecha del 6 de julio de 1993, y la profesión debería estar cerca en el caso de que la presunta novicia haya perseverado en sus intenciones.

El padre Garbolino ignora lo ocurrido porque en 1994 perdió el contacto con la hija del dictador. El misionero, que vive en comunidad en Roma muy cerca del Vaticano, dice conocer a Svetlana desde hace unas tres décadas, por las fechas en que ella llegó a Estados Unidos. Fue en plena guerra fría -corría el año 1967- y la deserción de Svetlana fue noticia de primera página en el mundo.

La vida norteamericana no contribuyó a dar estabilidad psicológica a una mujer muy marcada por su historia familiar y por el carácter inflexible del padre.

Contrajo matrimonio en varias ocasiones, tuvo una hija -Olga-, pasó de Estados Unidos al Reino Unido y de allí volvió, en 1984, a la Unión Soviética, arrepentida de haber optado por el exilio. Fue recibida como una hija pródiga, pero no se adaptó. "Moscú ya no me gusta", dijo antes de volver a escapar, en cuestión de meses, nuevamente a América y poco después otra vez a Londres. Su rastro se perdió en la capital británica, más exactamente en una casa de beneficencia, dirigida por monjas, situada en Ladbroke Grove, en el barrio de North Kensington.

Pero Giovanni Garbolino asegura que para él no ha estado perdida. Es más, sostiene que, poco a poco, fue convirtiéndose en el padre espiritual de Svetlana durante los agitados años descritos. "He podido seguir su vida en los momentos de mayor dificultad, desde cuando era todavía atea y buscaba desesperadamente la fe, a cuando, en el umbral de los 70 años, ha madurado la decisión de dedicarse a una vida de oración tras los muros de un convento", ha declarado el sacerdote a la revista Chi.

Garbolino añade que si ha tenido secreta la noticia es porque Svetlana no quería que trascendiera. Pero hoy piensa que a ella le gustaría que se sepa todo: "Por eso me he decidido, a hacer público el contenido de estas cartas".

Según la revista citada, las cartas de la hija de Stalin al misionero de la Consolata son más de cien. Hay dos, reproducidas por medios fotográficos, que están manuscritas en correcto inglés. En la primera de ellas, la ya mencionada del 6 de julio de 1993, Svetlana dice que acaba de regresar del convento de Saint Joseph, cerca de Rugby, tras haber pasado allí un mes, e informa al padre Garbolino de sus perspectivas de ingreso en la Congregación de María Madre de la Iglesia, "una pequeña orden experimental fundada por la hermana Catherin Mulligan hace 12 años".Pero, en la misma carta, Svetlana habla ya de su deseo de cambiar de convento. "Hay poca soledad, estamos siempre juntas. Todas las hermanas son muy amables conmigo, pero yo querría ser mas contemplativa", dice.Tiempo después, en otra carta, informó al sacerdote de que se había ido ya de aquel convento. "Me envió una carta tan resentida que le respondí que no podía compartir su actitud áspera. Añadí: 'Veo más en su carta a una hija de Stalin que a una buena cristiana'. Dejó de escribirme. Sé que ha estado luego en otros conventos, en Londres y en Alemania, pero no como monja", declara a la agencia Ansa el padre Garbolino.

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