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Y, sin embargo, se mueve

Jorge Valdano

"El cobarde muere mil veces, el valiente solo una". (J. L. Borges)Orden y entusiasmoLos entrenadores cuadricularon el terreno de juego como si fuera un tablero de ajedrez y domesticaron a los jugadores para convertirlos en piezas. Lo único que les sigue molestando es el balón... y, sin embargo, se mueve. El balón sigue siendo el ombligo del fútbol, su único eje. Me recuerdan que Garaicoechea, humorista gráfico argentino, dibujó a un entrenador que instruía a sus jugadores ayudado por una pizarra llena de cruces, flechas y rayas. En medio de la lección, una pelota con la que jugaban unos chicos en la calle rompió el cristal de la ventana y se metió en el aula. Era una sola viñeta: cristal roto, la pizarra con su caótico dibujo, todos con caras de asustados y el entrenador, sorprendido, mirando la pelota invasora y diciendo: "¿Y esto qué es?". Es lo que le da sentido a todo y Garaicoechea la metió agresivamente en el aula para reírse de la solemnidad con que se empezaba a tratar (hablo de los años sesenta) aspectos del juego hasta entonces secundarios. Sirve, para seguir desmitificando, una frase actual y también humorística del entrenador Alfio Basile: "Yo a mis equipos los coloco bien en la cancha, lo que pasa es que cuando empieza el partido los jugadores se mueven". Si, y al compás de la pelota.El partido como amenazaSe acabó la broma. Hoy, con el afán de controlar, se cuida la táctica y la actitud. Esa llamada a la disciplina y el combate, ese interés por preparar jugadores que defiendan el orden con entusiasmo, nos deja la sensación de que le quitamos riesgo al partido y angustia a la espera. Como los entrenadores vemos el encuentro como una sucesión de amenazas, el miedo va contaminando nuestras ideas; cada peligro imaginario que queremos ahuyentar es una decisión represiva que ataca al juego en su definición felicitaria, libre, creativa. El entrenador trabaja, en buena medida para reducir su propia incertidumbre.La mayoría son víctimas de las presiones del medio y se van poniendo serios hasta el dramatismo final. Una distracción en la marca, un pase inseguro o un amague de más les hace salir el corazón por la boca y así, rehenes de los detalles insignificantes, conducen a los equipos derecho hacia la mediocridad. Ése es el gran daño que provocan estos detectores de riesgos, a cada uno que descubren corresponde una precaución y recortando las alas de los jugadores el equipo entero va perdiendo vuelo.

Cuando mejor padre de familia es el entrenador más torturado vive por la victoria, el empate y la derrota. La duda del resultado le enciende alarmas y por cada una Y que apaga se serena su responsable conciencia al tiempo que se aleja de la esencia del juego. "Cuidado" es el grito que ha puesto serio al fútbol. Si se tiene cuidado puede que sirva más un jugador que corra antes que uno que juegue bien, uno que defienda antes que uno que ataque, uno que destruya antes que uno que construya. En todo caso esa tendencia ha desafilado la intuición, que es la mejor arma de los buenos futbolistas, ha inhibido la libertad, tan necesaria en todo proceso creativo, y ha desactivado el deseo, motor motivante que hace placentero el esfuerzo.¿Quién tiene el balón?

Hay dos maneras de relacionarse con esta profesión. En el partido que el entrenador tiene la obligación de imaginar puede darle el balón al contrario o a su propio equipo. Entre una y otra opción existe una distancia tan grande como la que hay entre el miedo y la es peranza. El miedoso que piensa el partido en su alucinada soledad lo primero que hace es entregarle el balón al enemigo y se pasa las horas contrarrestando peligros y quitándole protagonismo a sus propios jugadores.Como hay dos maneras de entender el juego también hay dos maneras de elegir jugadores. Los que se dejan ganar por las precauciones encontrarán más confiable al cumplidor músculo que al sospechoso talento. El luchador obediente ofrece cosas concretas y es un punto de apoyo donde podemos colgar la inseguridad en los momentos de incertidumbre. El jugador talentoso es una incógnita que escapa al control, al dibujo de la pizarra, al partido que los cobardes juegan mil veces.

Todas las ideas son igual de ganadoras y perdedoras porque el fútbol sigue perteneciendo antes a los pies de los jugadores que a la cabeza de los entrenadores. En un juego en donde el árbitro está autorizado a equivocarse y la suerte se toma libertades a veces decisivas, conviene no sentirse dueño del partido y mucho menos de la verdad. Sugiero, entonces, que declaremos gratuitos los miedos y nos animemos a vivir, a asumir riesgos. Para empezar estaría bien que le devolviéramos el fútbol a los jugadores y la pelota a los mejores.Tendencias perversas El fútbol es un juego hermoso al que los mediocres quieren afear en nombre del pragmatismo y es un juego primitivo al que los revolucionarios quieren violar mediante el método del cientifismo. Están llegando tan lejos que ya perdieron de vista el sentido común. Freud no pensaba en el fútbol cuando teorizó sobre el alto precio pagado por la especie humana para lograr el progreso, sacrificando así la vida instintiva y reprimiendo su espontaneidad.El empeño destructivo fue marcando tendencias: lo físico se impuso a lo técnico, lo colectivo a lo individual y el conservadurismo al atrevimiento. Hoy está de moda la presión, una barricada que los equipos levantan a la altura de los medios y que requiere de la voluntad tanto como de la organización (siempre el orden y la actitud). El mecanismo es fácil: atacar al poseedor del balón y a los posibles receptores más cercanos en una especie de redada para la que sirven un puñado de jugadores disciplinados, convencidos, esforzados. Con frecuencia se recurre a interrupciones no violentas que permiten la reorganización y que son dignificadas con el nombre de "faltas tácticas". Los partidos se afean por la gran cantidad de infracciones menores que obligan a volver a empezar, los árbitros se convierten en cómplices porque todavía no entendieron ese giro dañino del juego y los jugadores cada día piensan menos porque donde antes había espontaneidad ahora hay hábitos.Aunque nada de lo que nos es impuesto resulta placentero, lo cierto es que el campo, por abajo, se está poniendo intransitable. Sólo con paciencia, buenos jugadores y criterio para tocar se puede desactivar el entusiasmo de los que juegan a no dejar jugar. Paciencia no hay porque la cultura de la ansiedad a la que el fútbol está abocado provoca un punto de descontrol. Los buenos jugadores están en desuso porque la calidad perdió en su lucha contra la cantidad. El toque criterioso parece ser una ingenuidad del pasado. ¿Para qué arriesgarse a chocar contra las piernas de los recuperadores rivales si con un pelotazo podemos llegar al mismo lugar?La tiza, la pelota y el mensajeComo la tiza vale más que la pelota el juego le da cada día un mayor protagonismo a los luchadores con sentido táctico y menos a los jugadores diferentes que con un golpe de imaginación alteran el partido previsto. José Ingeniero tampoco pensaba en el fútbol cuando escribió que "el hábito organiza la rutina y nada crea hacia el porvenir; sólo de los imaginativos espera la ciencia sus hipótesis, el arte su vuelo, la moral sus ejemplos, la historia sus páginas luminosas. "También en fútbol la fantasía potfía contra lo previsible. Hombres de gran participación que disputan, corren simétricamente y juegan a no equivocarse o futbolistas de aire melancólico (pobres tipos) que aparecen para alterar el orden establecido y decidir el partido con una proeza de valor gol mientras algún profeta de la vulgaridad lo degrada con frases del tipo: "Así cualquiera", al mismo tiempo que exalta a esos peones que "se dejan los cojones". Qué cruz.

Uno cree que el fútbol es otra cosa y ellos dicen que "ja"; y uno cree que la belleza existe y ellos que "ja, ja"; y uno cree que hay eficacia en largar la tiza y agarrar la pelota para tenerla y animarse a hacer cosas raras, y liberar los miedos, y sacar fuerzas del placer y que qué importa si ellos "ja, ja, ja". Sabemos que la sociedad se está poniendo gregaria y recia, es tado ideal para que encajen los mensajes primarios de los ganadores empedernidos que de tanto tener los pies en el suelo jamás, escuchen bien, jamás tocarán el cielo con las manos. Ni ganando. Ese mensaje que se rotula "pragmático" es el camino más corto hacia el individualismo, la insolidaridad y el ansiolítico. Y además es mentira. Existir es una cosa más profunda que ganar un partido de fútbol. El juego sirve para ser un poco felices, para huir de lo serio, para amigarnos con el otro; ese fondo fascista del resultadismo es propio de gente que divide el mundo en dominantes y dominados, en ricos y pobres, en blancos y negros, en ganadores y perdedores. Me repugna ese mensaje, me preocupa ese mensaje y lucho contra ese mensaje. También cuando a mi equipo le sale todo al revés y me toca perder.

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