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Gutiérrez

En época de dudas... Iba a empezar así, pero me doy cuenta de que todas las épocas deberían serlo. Como can taron Annie Sylvestre en Francia y, aquí, Guillermina Motta: "Me gusta la gente que duda y que, a menudo, consulta a su corazón indeciso. Me gustan los que dicen, los que se con tradicen, de improviso. Detesto a los esquemáticos, me placen los lunáticos...". Etcétera. En todo caso, en tiempos confusos como éstos, cuando noto que no sé por donde voy, pongo la radio, instalo el dial en una tertulia de la derecha, y no falla nunca: mi in deciso corazón me lleva siempre exactamente al punto contrario al que ellos defienden. Viene a cuento la reflexión porque, en lo último de Comisiones Obreras, no había más que escuchar los panegíricos de la canallesca dedicados a Marcelino Camacho para ponerse a pensar que algo bueno en general y malo para ellos debe de estar haciendo Antonio Gutiérrez. Camacho es un amor, como sabemos todos, pero ningún periodista ignora, tampoco, que, desde hace bastantes años, tocaba -encantadoramente, eso sí-, como quien dice, el violón. Lo cual me lleva a pensar que a estos, neopasionarios de micrófono les debe encantar el sindicalismo utópico de toma del palacio de Invierno.

Instalado en el mundo de lo posible, a Antonio Gutiérrez le toca la desagradable tarea de bregar co n lo real. Y lo real es que la revolución no viene y que anda por aquí, por ejemplo, un tal Piñera, que fue ministro de Pinochet y pudo experimentar allí sus ideas neoliberales sin peligro de que las masa

-hechas polvo previamente- se le soliviantaran. Ahora le consulta la patronal a ver qué hacemos con nuestras pensiones. Y para en frentarse a eso, habrá que ser elástico, negociador y tener al mismo tiempo el culo de hierro. Los pájaros en la cabeza no sirven cuando el de enfrente es un ave depredadora con la sartén y el mango.

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