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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

González y la caridad

Me ha asombrado o sobrecogido como síntoma que este periódico, en el que colaboro desde su fundación, haya recogido en gruesos titulares de primera página (16 de enero) la bochornosa -intelectualmente bochornosa- oposición que el señor González ha hecho, para oprobio de cualquier cabeza pensante, entre justicia social y caridad. Una vez más, la cabeza se utiliza en este país -como dijo Antonio Machado- no para pensar, sino para embestir.¿Sabía el señor González lo que estaba contraponiendo? La caridad no pertenece a ningún partido y, ciertamente, no se opone a la justicia social. Parecería como si el señor González hubiese asumido la idea de caridad de las señoras de las conferencias de San Vicente de Paúl. Él sabrá por qué. En cuanto a la justicia social, convendría recordar que también fue. objetivo primordial de todos los fascismos, y en particular uno de los presuntos, logros más cacareados por la política franquista: un régimen de "justicia social".

Pero la noción de charitas, como la de philia o la de agape, nos remite -y debiera remitirlo a él- a muy remotos horizontes del. pensar de Occidente. En un texto ya lejano, pero de muy recomendable lectura, se dice: "Cuando tenga el don de profecía, la ciencia de todos los misterios y todo el conocimiento; cuando tenga incluso toda la fe necesaria para trasladar las montañas, nada tendré si no tengo caridad" (I Cor, XIII, 2). Para el autor de la Suma teológica, la charitas es una virtud sobrenatural, y por ello hace que las virtudes naturales encuentren su plenitud y su verdad. No hay virtud verdadera sin la caridad.En el horizonte próximo, la noción del otro aproxima al filósofo judío Emmanuel Levinas, recientemente fallecido, al fundamento de la caridad (y de la ética). ¿Por qué hablar de estas cosas a propósito de un vacío discurso electoralista? Porque incluso un discurso electoralista, por ramplón que sea, no puede convertirse en un oprobio para la inteligencia. Supongo que los obispos o los teólogos españoles tendrán algo que decir sobre este tema. Y también, por supuesto, el simple ciudadano, advertido o alarmado por las gruesas piruetas del embaucador.-

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