Más madera
Una usuaria de este suplemento señalaba un hecho asombroso en la Opinión del lector: Gustavo Villapalos había desaparecido de las imágenes correspondientes a la investidura de Mario Conde como doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid en un reportaje emitido por Telemadrid el 28 de diciembre. Pilar Herrero, que así se llama la usuaria, buscó viejos recortes de prensa hasta dar con una foto en la que, efectivamente, el actual consejero de la Comunidad aparecía fundido en un abrazo al ex presidente de Banesto. Telemadrid, añade Pilar Herrero, había conseguido la invisibilidad de la materia. Es cierto, aunque no fue el único suceso paranormal de ese programa que parecía financiado por el gabinete de prensa de Mario Conde. Si uno no hubiera sabido que este señor es un presunto delincuente en libertad bajo fianza de mil millones (no se recuerda una fianza de este calibre en toda la historia del gansterismo internacional), hubiera pensado que se trataba de un filántropo cuyas numerosas ingenuidades le habían conducido a la ruina. Según uno de los periodistas que asistieron al programa de marras, el ex banquero no había cometido delitos, sino errores. Creó que fue este mismo concienzudo investigador el que en algún momento le preguntó si debía llamarle don Mario o señor Conde. Aquello parecía una rueda de prensa en torno a un jefe de Estado injustamente exiliado de su país, en lugar de una entrevista a un simple chorizo (presunto, por supuesto) que ha llevado a la ruina a miles de accionistas. Para mayor inri, mientras Telemadrid oficiaba esta misa negra en honor al diablo, en la primera página de los periódicos de ese mismo día leíamos que Conde era el verdadero dueño de un grupo de empresas con las que había ganado unos 7.000 millones de pesetas (siete mil) a costa de Banesto. Todo muy paranormal, como ven. Y muy ingenuo.O sea que, efectivamente, quizá sea mejor que Ruiz-Gallardón privatice Telemadrid, no ya por ahorrarnos estos espectáculos anormales u oligofrénicos, sino para evitar que él mismo vuelva a caer en la tentación de lanzar mensajes navideños, en clara competencia con el Rey o con Jordi Pujol. Todos sabemos que la función de esta clase de discursos es no decir aproximadamente nada, aunque luego finjamos asombrarnos de las cosas que se dijeron y permitamos incluso que aparezcan exégetas o intérpretes que durante unos días se asombren públicamente de las ideas ocultas contenidas en ese cuarto de hora de irrealidad absoluta. Lo malo es que cuando la nada viene del presidente de la Comunidad de Madrid, cuyo himno no ha conseguido oír nunca nadie, su discurso se convierte en una carencia absoluta de todo ser que hunde al público en una angustia existencial muy mala para inaugurar un año bisiesto. De manera que privatice usted cuanto antes para que sepamos cuándo estamos viendo Inocente, inocente y cuándo un discurso presidencial; cuándo una entrevista con Al Capone y cuándo una rueda de prensa con un padre de la patria. Y que a nadie de su partido se le ocurra desde ahora acusar al PSOE de utilizar la televisión pública en su propio beneficio: usted ha superado con su televisión de la señorita Pepis todos los límites establecidos.
Total, que hay días, o años, en los que a la realidad se le rompe el chasis y aparece al descubierto toda su maquinaria irracional. Como si el discurso televisivo de Ruiz-Gallardón el día de Añoviejo hubiera marcado el pistoletazo de salida hacia lo arbitrario, todo lo que sucedió a partir de ese momento fue un homenaje al absurdo. Kafka visitó a una señora que se estaba tomando las uvas para recibir el año nuevo e hizo que se atragantara hasta morir de alegría por la llegada del 96. Kafka estuvo presente también en Cibeles, en el paseo del Prado, en la avenida de América y en la Castellana, donde miles y miles de ciudadanos hicieron el tránsito de un año a otro perfectamente atascados dentro de su automóvil, aunque vestidos con trajes de noche y perfumados con Arman¡. Finalmente al amanecer Kafka visitó los recintos feriales del Parque Juan Carlos I, donde se celebraba una macrofiesta, e hizo creer a los asistentes que se habían dejado el alma en el abrigo, así que miles de personas se lanzaron de súbito a buscarla y el ropero se desbordó con las consecuencias que todos ustedes ya conocen. Lo malo es que mañana empiezan las rebajas, o sea, más madera. Feliz año.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.