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La droga del año

Mientras la revista Time ha designado personaje del año a un hombre, Newsweek ha elegido a un espacio. Mientras Time ha encarnado en el atronador Newt Gingrich la apertura de las puertas terrenales a un conservadurismo vengador, Newsweek ve, por el contrario, en la expansión de Internet la inauguración de un universo que hará progresar a los hombres. El ciberespacio sería para los apóstoles de esta hiperrealidad una extraordinaria ocasión de aumentar la relación entre los seres humanos y de extenderla a unos niveles como no ha podido soñarse nunca.Este año sería el año Internet, porque en Estados Unidos, al menos, la explosión en el número de usuarios podría compararse a la magnitud de una epidemia. Dentro del World Wide Wed, los habitantes se han multiplicado por más de seis desde enero a diciembre y, en conjunto, una reciente investigación ha cifrado en 24 millones de americanos los que podrían estar conectados a la red.

El estallido norteamericano de Internet se corresponde con la expansión en las demás partes del mundo: hasta en China los enganchados han saltado de 5.000 a 180.000 a lo largo de 1995.

Enganchados todos doblemente: o conectados para valerse de los servicios o convertidos en conspicuos adictos del ciberespacio. Un nuevo movimiento social en contra del desarrollo y efectos del Internet trata de combatir la dependencia que crea entre sus más asiduos visitadores.

El Internet ofrece, por supuesto, otras cosas mas que una interrelación individual. Es un formidable artefacto para la investigación, la publicidad o la propaganda, pero entre la población común puede desempeñar, y de hecho desempeña, una creciente función de compañía.

Contando con la vida solitaria que lleva cada vez un mayor número de habitantes en el mundo occidental, el Internet opera como un alivio tecnológico del aislamiento. La calidez de la tertulia en torno a una mesa se reemplaza por los signos que van apareciendo en la silenciosa conversación de la pantalla, las amistades que no se han establecido en los encuentros directos se sustituyen por esta vinculación semiabstracta y a distancia. Los hombres y las mujeres que se conocen dentro del Internet son en una parte humanos y en otra destellos de sí mismos. Son en una proporción verdad y en otra mentira. En una dosis realidad, y en otra fantasía.

La compulsión que induce a estar usando el Internet, en casos graves hasta 14 o más horas diarias, se relaciona con este flujo de transrealidad que recuerda la experiencia de los psicotrópicos. Si en el consumo de las drogas hay una voluntad de apartarse de este mundo, en el uso desmedido del Internet hay un deseo -de no residir plenamente en esta vida. El ciberespacio -y quienes allí se encuentran constituyen una alternativa a lo real. Ni los individuos que lo habitan, son iguales a los que se ven, ni uno mismo es tampoco igual a uno mismo. Tanto aquéllos como nosotros, podemos ser reinventados en esa parte, física y moral, que la pantalla es incapaz de revelar.

Interneters Anonymoous o Internet Addiction Support Group son algunos de los colectivos de ayuda que han aparecido dentro del Net para ayudar a controlar las patologías de la adicción o para vencerla. Nadie mejor que los propios consumidores de esa sustancia electrónica para conocer las causas que llevan a ella. Sin embargo, puede imaginarlas cualquiera: los adictos al ciberespacio se comportan como un Cyrano de Bergerac que seduce con su prosa mientras oculta aquellos rasgos personales que han sido menos valorados a este lado de la pantalla.

Cada hombre y, cada mujer pueden vivir casi sin nada, pero el sentido de la vida disminuye drásticamente sin la estima de los otros. El consumo de autoconsideración personal a través del Internet lo convierte así en la superdroga comple del fin de siglo. Un producto extraído no ya de la complejidad de la botánica, sino de la simple condición humana.

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