Bebeto fusila al Madrid
Tres goles del brasileño colocan al equipo blanco a 14 puntos del líder
El Deportivo sale del pozo y cede su lugar al Madrid. De un tiempo a esta parte, cada enfrentamiento con el conjunto de Valdano ha resultado balsámico para los gallegos. Contra el Madrid forjó el Deportivo gran parte de su pretemporada de ensueño y contra el Madrid volvió a encontrar anoche su más feliz acontecimiento tras varios meses entre tinieblas. A los de Valdano apenas les sirvió de nada, un comienzo deslumbrante, diez minutos escasos en los que lograron incluso poner al Deportivo contra las cuerdas. Un gesto samaritano de Alkorta les precipitó al abismo. Entonces emergió el Deportivo vigoroso, rápido e implacable en el contragolpe, que destrozó al Madrid en cada acometida, culminada siempre por un Bebeto demoledor. Los blancos regresaron a casa llevándose consigo todos los vientos de crisis que soplababan a orillas del Atlántico.Se ha dicho muchas veces que el fútbol es un juego de pequeños detalles y el partido de anoche ilustró a la perfección la vigencia de ese principio. Bastó una pifia de Alkorta, la típica jugada absurda e incomprensible, para que un seísmo pusiese el encuentro patas arriba. En un instante, el ejecutor se transformó en víctima y el verdugo en cordero degollado. Los 10 primeros minutos del Madrid habían sido excelentes. Suena raro decirlo cuando ya se sabe el resultado final, pero así ocurrió efectivamente. Si en la víspera del partido Valdano había exigido a sus jugadores una muestra de carácter, la muchachada que ayer engrosaba las filas madridistas le respondió con un acto de obediencia ciega. La presión del Madrid, comandada por la energía adolescente de Raúl y Álvaro, fue febril. En sólo cinco minutos, el Deportivo se encontró metido en un embrollo colosal: no era capaz de apartar el balón de las inmediaciones de su área mientras el Madrid penetraba en ella por todas partes. El partido estaba aún. comenzando a respirar y ya se anunciaba el gol visitante. El Madrid parecía el amo de la noche.
Fue cuando Alkorta se convirtió en el infeliz protagonista. A unos 35 metros de la portería, le llegó un balón lo bastante inocuo como para despejarlo con comodidad. Pero su bota no logró golpear el cuero por razones de todo punto inexplicables. La pelota cayó a pies de Bebeto y el brasileño volvió a demostrar que en situaciones favorable s es prácticamente infalible. De súbito, se derrumbaron todas las verdades sobre las que se asentaba el partido. El Madrid quedó noqueado y el Deportivo. recibió una inyección de adrenalina. En los minutos siguientes, sólo Buyo impidió que llegara la goleada que comenzaba a adivinarse inexorable.
Bajo la insistente lluvia, el Madrid fue resistiendo mal que bien. Por un momento hasta pareció que podría rearmarse. Sin embargo, para entonces relucían ya los defectos más visibles del conjunto de Valdano: la lastimosa baja forma de Amavisca y Luis Enrique o el infantil empeño de Sandro por estropear sus muchas virtudes con una tendencia desesperante a convertir cada toque en un número circense. Además el Deportivo halló un filón, en el achique de espacios madridista. Toda la inmensidad que dejaba a su espalda la defensa visitante, se transformó en un solar para la rapidez de Manjarín, la intuición de Fran y el genio de Bebeto.
A estas alturas, resulta casi ridículo recordar que el brasileño es uno de los, mejores goleadores del Planeta. Anoche se encaramó muy pronto a la nube y ya nada pudo detenerle. Cada intervención suya despertaba sueños de gol. Llegaron dos antes del descanso y la memoria guardará sobre todo el recuerdo del segundo, una lección inolvidable de templanza, inteligencia en el área y seguridad en el remate. Cual quier delantero del montón se hubiese muerto de miedo acosa do por Buyo y los dos centrales. Bebeto esperó, amagó y pateó con displicencia, viéndole, hasta pareció fácil marcar un gol así.
La segunda parte sería perfectamente prescindible si no fuese por Álvaro. El recital del joven delantero madridista resultó especialmente llamativo en medio de la depresión que atenazaba a sus compañeros. El partido parecía haberse acabado para todo el mundo menos para Álvaro, que aún a falta de cinco minutos para el final seguía corriendo apresurado a coger cuanto antes cada balón que se marchaba del césped. Pero Álvaro estuvo solo, ni siquiera Raúl pudo acompañarle en esta ocasión. Y al Deportivo ya no le importaban sus alardes. Sólo pensaba en el triunfo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.