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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Su causa es la muerte

UN "COMANDO" de ETA asesinó ayer en una calle de Madrid a seis empleados civiles de la Armada y dejó gravemente heridas a varias personas más. La víspera, horas después de que un joven asesinase a dos agentes de la policía autonómica vasca, 500 personas se manifestaron en Ordizia (Guipúzcoa) en solidaridad con el homicida. Así, en apenas 24 horas, el mundo del nacionalismo radical vasco ha dejado dos muestras de lo que constituye su mensaje central en la actualidad: que sus miembros se consideran con derecho a quitar la vida a cualquier persona y que las víctimas, civiles o militares, ertzainas o paseantes, niños o adultos, tienen la obligación de dejarse matar. En nombre de la causa.Pero una causa compatible con tales asesinatos y con esa ceguera moral no es una causa limpia, por mucho que quienes participen de ella se consideren a sí mismos patriotas y que otros pretendan extraer de ello consecuencias políticas. El nacionalismo democrático, embarcado desde hace meses en un viaje escasamente meditado de reconstrucción. de la unidad nacionalista a base de concesiones al mundo de ETA y KAS, tendrá que elegir entre la causa del radicalismo violento y la de la democracia.

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Hace dos años, tras el asesinato del sargento, de la Ertzaintza Joseba Goikoetxea, miembro del PNV, el nacionalismo democrático declaró la guerra a ETA. El pasado verano, uno de los principales dirigentes del PNV halagaba a los amigos de los asesinos de Goikoetxea diciendo que temía más a España que a ETA. Más recientemente, de manera confusa, esos mismos dirigentes cuestionaban la validez del Estatuto de Gernika como marco de convivencia, dada la "insatisfacción absoluta [con el mismo] de algunos vascos".

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Después de una veintena de elecciones democráticas, ETA carece de cualquier legitimidad, y, eso es algo que saben perfectamente los jefes de KAS que ahora dirigen el tinglado. Su única posibilidad de legitimación proviene de la que le pueda transmitir el nacionalismo democrático. Por eso, según han reconocido los propios radicales, su punto más bajo coincidió con el de su máximo aislamiento mediante la estrategia de unidad de los demócratas plasmada en el Pacto de Ajuria Enea. Desde hace algunos meses existe un cambio de actitud. Se dice, por una parte que el obstáculo de la violencia impide hacer electoralmente visible la mayoría nacionalista, y, por otra, que serían los partidos españolistas los que se beneficiarían de un enfrentamiento abierto entre el nacionalisno democrático y el radical.

Tales planteamientos dan por supuesto que demócratas y violentos comparten las mismas aspiraciones y que la diferencias se refieren a los métodos. Aunque así fuera, no es una diferencia pequeña teniendo en cuenta que esos métodos son el asesinato terrorista y la imposición fascista. Una alianza del nacionalismo democrático con HB es imposible mientras ETA siga matando, porque en tal caso perdería el apoyo del electorado moderado. De ahí su intento de convencer a ETA de que abandone la violencia sin enfrentarse a ella. Cuando el portavoz del PNV dice -hace 10 días- que "ETA debe dejar la lucha armada, pero no por la vía de la rendición", está expresando esa aspiración. Pero sin el enfrentamiento abierto del nacionalismo democrático, incluyendo una actitud más enérgica de la Ertzaintza frente a la impunidad de los vándalos, no habrá posibilidad de que los terroristas desistan.

Es bastante improbable que quienes son capaces de ordenar matanzas como la de ayer vayan a dejarse persuadir mediante discursos patrióticos. Hace 11 meses, ETA asesinó en San Sebastián al concejal y diputado vasco del PP Gregorio Ordóñez. El pasado viernes se difundía un escrito interno de KAS en el que se consideraba que ese asesinato había "abierto los ojos" a los políticos de los demás partidos. Las consecuencias, aseguraba el escrito, se vieron en las conversaciones organizadas por Elkarri, donde "el enemigo" tenía muy presente "el fantasma de Ordóñez".

Una de las consecuencias de esa confusión entre los nacionalistas democráticos y los violentos fue el pacto suscrito hace unos meses entre el principal sindicato vasco, ELA-STV, y su homólogo radical, LAB, por el que el primero aceptaba lo fundamental de los planteamientos políticos del otro. LAB se manifiesta todas las semanas frente a los trabajadores de Alditrans que reivindican la liberación de Aldaya. Los dos ertzainas asesinados el domingo eran afiliados a ELA-STV. Las esquelas firmadas por ese sindicato publicadas ayer en la prensa vasca constituyen, así, todo un símbolo de la confusa situación vasca actual. Y la confusión es la atmósfera en la que mejor respiran los violentos.

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