Todo queda en casa
15 miembros de la familia Charlín han sido acusados de narcotráfico en los últimos cinco años
Si levantara la cabeza, Ramón María del Valle-Inclán sólo tendría que darse un paseo por su pueblo e inventar un nuevo género novelesco: el esperpento de serie negra.En Vilanova de Arousa (Pontevedra), donde nació "el gran escritor y extravagante ciudadano", ha habitado en los últimos años una familia no menos extravagante y muy poco ejemplar en sus negocios, pero admirable para los que temen que las nuevas costumbres arrasen la más vieja institución humana.
Padres, hijos, nueras y yernos de los Charlines han permanecido tan fieles a los lazos de sangre que la mayoría está hoy entre rejas: desde 1990, 16 miembros de esta moderna familia Trapisonda han sido inculpados por narcotráfico.
Dicen en Arousa que los clanes de contrabandistas pueden dividirse en dos: los colombianos y los sicilianos. Los primeros los compone gente que se une entre sí por motivos puramente mercantiles. Los segundos sólo atienden al sagrado principio de la familia y "hacen todo lo que sea por defenderla". Nadie como los Charlines representa mejor ese estilo tan explotado por los guionistas de Hollywood.
Tras la redada que dirigió el mes pasado el juez Baltasar Garzón, ya poco queda de la familia fundada por Manuel Charlín, El Patriarca o El Viejo, nacido hace 63 años en el pueblo de Valle-Inclán.
En la cárcel se encuentran dos de sus hijos y dos yernos. Además, su esposa, Josefa Pomares, y su nuera Manuela Nine han quedado libres bajo fianza. Los otros cuatro vástagos y el novio de una de las chicas están huidos de la justicia.
Ni siquiera las desavenencias entre las parejas han roto la unidad del negocio familiar de la cocaína y el hachís. Entre los detenidos en la redada figuraba Antonio Acuña, ya separado de su esposa, Adelaida Charlín, para quien había también orden de arresto, al igual que para su nuevo compañero, el italiano Pasquale Imperato. La pareja no fue hallada por la policía en su domicilio. Otro Charlín tiene sobre sus espaldas la mayor pena impuesta hasta ahora a un narco gallego. Se trata de José Luis, hermano de El Patriarca, que fue condenado a 36 años por organizar el transporte desde Colombia de una tonelada de cocaína. Por esa operación estuvieron además inculpadas sus hijas Rosa y Yolanda.
Durante un tiempo, los Charlines tuvieron como empleados a otro clan familiar, Os Caneus, de Cambados, integrado por el matrimonio formado por Manuel Baúlo y Carmen Carballo, también modélico en la comunicación con sus hijos: los negocios del padre los compartía todo el hogar. Las dos familias estuvieron a punto de unir su sangre, ya que Daniel Baúlo era novio de Yolanda Charlín. Hasta que el joven Caneu y su padre fueron detenidos, el chaval descubrió que Yolanda se la pegaba con otro, y acabó de decidirse a hablar delante de Garzón. La paz familiar acabó en drama:, Manuel Baúlo fue liquidado en su casa por tres sicarios llegados de Colombia, que también dejaron malherida a su esposa.
''Probablemente el viejo Manuel Charlín aprendió de su madre la importancia de mantener la familia unida. A doña Adelaida la recuerdan en Vilanova como una "mujer con redaños" que sacó adelante a todos sus hijos con una sagacidad especial para obtener provecho económico de la compraventa de mariscos. Este fue el negocio heredado por Manuel y sus hermanos José Luis y Benito. Aunque pronto tomó derivaciones peligrosas. Primero con el estraperlo de café a través de la frontera portuguesa; luego, con el contrabando de tabaco, y más tarde, con el hachís y la cocaína. En el salto a la droga, Manuel Charlín fue un pionero en Arousa. Ya a principios de los ochenta se le decomisaron alijos de costo, en la misma época en la que su hermano José Luis fue acusado de encerrar a un camionero de Valladolid en una cámara frigorífica.
Los problemas con la justicia no arredraron a Manuel ni a José Luis, sobre todo al primero, cuya banda estaba considerada por la policía como la mayor red del narcotráfico gallego. Aparentemente, El Patriarca la edificó sin salir de casa, con sus muchachos y con todo aquel que pasaba por vicaría del brazo de alguna de sus hijas.
Con sus mansiones, sus empresas y sus cuentas confiscadas, parece que se han acabado los buenos tiempos para la familia Charlín.
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