El éxito
Hay una forma de éxito que consiste en triunfar en aquello de lo que uno descree, abominado ha sido excluido. Así, san Manuel Bueno, que desde el ateísmo. ascendió a los altares; o Narcís Serra, que logró ser ministro del Ejército pese a haber sido considerado inútil para el servicio militar. Ahora tenemos el caso de Solana, que va a dirigir la OTAN siendo un sincero pacifista, y sin que España, haya llegado a formar parte de su estructura militar, que ya es el colmo del triunfo: casi como recibir el Nobel sin haber escrito o un ataúd sin haber fallecido. Cuando Javier Solana era ministro de Educación solía enviarme una felicitación por Navidad. Mi madre alucinaba porque tuve muchas dificultades con los estudios, así que a la pobre mujer no le cabía en la cabeza que el ministro del BUP felicitara las pascuas a alguien que había odiado tanto el bachillerato. A mí tampoco me cabía, pero se lo agradecí en el alma, pues su tarjeta anual me permitió triunfar póstumamente sobre todos aquellos profesores que se pasaron la vida diciendo que nunca llegaría a nada. Luego, cuando se trasladó a Exteriores, dejó de felicitarme del mismo modo gratuito con el que, había comenzado a hacerlo, y me hundió, la verdad, porque también he tenido dificultades con el exterior, así que habría sido un éxito mantener correspondencia con el jefe de esa realidad que se encuentra al otro lado de la cabeza y de la patria.
Por todo ello, estoy en condiciones de entender muy bien la alegría de Solana. Lo previsible es que hubiera fracasado como sucesor de Felipe; en lugar de eso, ha triunfado en la OTAN, que es lo que más odiaba. Desde aquí, y en pago a sus atenciones de antaño, le envío esta felicitación, que es la de un insumiso, para que se la enseñe a Clinton como yo le mostraba sus tarjetas a mi madre. Y que sea para bien.
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