Juppé se niega a ceder pese a que la revuelta social crece en Francia

Alain Juppé sigue en sus trece. Ni 12 días de huelgas salvajes que hacen la vida cotidiana cada vez más difícil ni el medio millón de personas que se echaron ayer a las calles de las ciudades francesas bastan para que el primer ministro abandone el plan de reformas de la Seguridad Social y las pensiones que ha provocado este gigantesco estallido social, sin precedentes desde la revuelta de mayo de 1968. "Francia está en una encrucijada: o reforma o declive", aseguró ayer Juppé en el Parlamento, desafiante, al reafirmar que no piensa ceder en su postura.El debate de la Asamblea Nacional fue muy agrio. El jefe del Gobierno llegó a calificar de "mentiroso" al dirigente socialista Laurent Fabius cuando éste le acusó de "dejar pudrir la enorme protesta social" y le exigió que retirase un plan "basado en la penalización a los más débiles". La reforma es "urgente y justa", dijo Juppé. "Dentro de dos años, Francia tiene una cita con la historia [la Unión Económica y Monetaria]", y es el momento de "mirar de frente a las deudas del Estado, de la Seguridad Social y de las empresas públicas, tras demasiados años de mentiras".

Ante tal firmeza, la oferta de negociación lanzada a los sindicatos quedó vacía de contenido y no es probable que logre frenar la oleada de huelgas, a la que ayer se sumaron profesores de enseñanza primaria y trabajadores de varios ministerios y algunas empresas privadas.

Las marchas de protesta fueron ayer la expresión de ese desencuentro. En París, los manifestantes (160.000 según el sindicato CGT, 32.000 según la policía) formaron un río humano, bajo la nieve, que cruzó la capital durante cuatro horas. Los sindicatos hablaron de "gran éxito" e intentarán ahora conseguir que el sector privado hasta ahora casi ausente, se sume a la revuelta social.