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Reportaje:

Hacer las Españas

Atletas kenianos y tanzanos establecen su cuartel en Madrid para repartirse el botín de las carreras

En la carrera de Canillejas (Madrid), hace dos semanas, coparon los 12 primeros puestos y se llevaron los tres millones de pesetas de premios; en la siguiente gran prueba, la Jean Bouin (Barcelona), los cuatro primeros lugares fueron para ellos; ayer, en Alcobendas (Madrid), de nuevo el podio fue para los atletas africanos. Llegaron hace un mes y regresarán a sus países, Kenia y Tanzania principalmente, a finales de enero con un montón de dólares bajo el brazo. Algunos no volverán a correr jamas. Comprarán media docena, de vacas, se harán una casa de piedra y tendrán hijos. Contaran a un, primo o a un amigo cómo hicieron fortuna y éstos vendrán el próximo invierno a hacer las Españas.En España, la temporada de atletismo comienza a mediados de noviembre y desde entonces, cada domingo, e incluso algún sábado que otro, se, suceden las carreras. Son pruebas urbanas o sobre circuitos de tierra, todas ellas de unos diez kilómetros, distancia ideal para los fondistas africanos. Acuden en masa a las carreras donde hay premios en metálico; los mejores acuden por invitación a las pruebas más exclusivas, donde reciben una cantidad fija, independientemente de la posición que ocupen.

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Sus apoderados, son los que les mueven de aquí para allá, inscribiéndoles para las carreras que más les interesen. Estos son Julia García, José Alonso, Miguel Angel Monjas, Gerardo, Prieto o Miguel Angel Mostaza. Los números de sus teléfonos móviles funcionan de boca en boca por toda el África negra. "De pronto recibes una llamada y es la de un conocido de un atleta que estuvo por aquí hace años y quiere que le eches una mano. Este año, hasta tengo una chica", dice Julia García. De esta Manera, sin necesidad de ir a Africa, uno se va formando su propio equipo de kenianos.

Otros sí han ido por allí, como José Alonso. Cuenta su experiencia: "Cuando los organizadores de carreras nos pedían atletas africanos, nos teníamos que poner en contacto con agentes ingleses, alemanes o italianos, que eran quienes los controlaban. El año pasado decidí viajar a Kenia y Tanzania para descubrir talentos. Contacté con varios corredores, vinieron a España, corrió la voz, y ahora son ellos los que me buscan a mí".

Gerardo Prieto también cree que es muy fácil descubrir valores en Kenia. "No hay más que irse a las pruebas de selección que realizan cada año en Nakuru entre todos los chavales de la zona y fijarse un poco. Hay auténticos fenómenos en potencia, pero que quedan descartados porque les acaban doblando, sin tener en cuenta, por ejemplo, que llevaban diez vueltas en cabeza y que al verse rebasados perdieron la ilusión. Pueden ser discretos corredores de 10.000 metros, pero soberbios de 1.500"José Alonso les ha alquilado un piso en la ribera del Manzanares, al lado de la Casa de Campo. "Andan 200 metros y ya están corriendo por el bosque, en un ambiente natural", dice Alonso. El sistema funciona, porque uno, Mark Mathias (Tanzania), quedó primero en Canillejas, y otro, Barnabas Kosgel (Kenia), segundo. "Hay uno que hace pista, Kitonga; corre 400 metros en 45 segundos y le estamos ayudando porque en su país no tiene medios para entrenarse".

Hay africanos que llegan también- desde Estados Unidos. "Mi primo está en la Universidad de Harvard", cuenta Mostaza, "y me contó que había allí unos atletas de Kenia becados, que les interesaba correr en Europa. Les puso en contacto con un club de Guadalajara y ahora viven allí. Cambiaron las carreras de asfalto estadounidenses por las de cross en España".

Este grupo vive en Marchamalo, a las afueras de Guadalajara. Jesús Peinado está al frente de ellos. Uno, Abraham Limo, habla incluso espáñol. Lleva tres años viniendo a España y cada vez llega, acompañado de nuevos jóvenes. "Te llevas sorpresas enormes", confiesa Peinado. "Resulta que uno se queda estupefacto cuando ve cómo se baja el cristal de un coche apretando un botón y otro quiere salir corriendo porque le vamos a hacer un análisis de sangre. Hay quien quiere llevarse una placa solar a su cabana, creyendo que se pone en el techo y ya está, y quien no hace más que preguntar cuánto vale un tractor".

Estos atletas, integrados en el club Marchamalo, realizan las mismas actividades que el resto de corredores locales."Se entrenan todos juntos y están sometidos a los mismos planes de seguimiento. Así hemos, logrado una, muy buena integración y hemos descubierto que la mecánica del dedo gordo del pie es totalmente distinta a la del corredor blanco. Los atletas se interesan por todos estos estudios y muestran predisposición y disciplina para el entrenamiento".

En el grupo hay todo un talento, James Moibell (Kenia), de 17 años, tercero en Canillejas y tercero en la Jean Bouin. "Tiene condiciones para ser todo: un campeón, pero es difícil predecir su futuro", piensa Mostaza.., "Regresará a Kenia, invertirá todo el dinero ganado y quizá volverá a correr, o no. Eso nadie lo puede saber. ¿Qué pasó con Chelimo?, ese subcampeón olímpico que encandiló a Barcelona cuando en la final de 10.000 metros el público le proclamó campeón tras luchar contra Skah, y los otros marroquíes. Pues que regresó a Kenia, se compró una granja y ahora pesa 80 kilos y se dedica a vivir, lo cual no es malo, pero refleja cuál puede ser la motivación del corredor africano".

Por esta razón, los apoderados españoles ignoran si la inversión que realizan con los atletas africanos puede ser rentable. Todos sueñan con encontrar un Gebreselassie, como el que Hermens tiene en Holanda. Este agente, ex atleta, apostó por Etiopía y encontró una mina. A la Jean Bouin envió a Bikila y regresó victorioso. Los atletas viven a caballo entre las afueras de Amsterdam y Addis Abeba; siempre regresan para seguir conquistando títulos y récords.

Lo difícil no es traer un atleta; lo es el que regrese. Una vaca puede costar en Kenia unas 50.000 pesetas; del número que se tenga depende la cotización social del individuo. Ganando un par de carreras de pueblo, de las que tanto abundan en el corredor del Henares, próximo a Madrid, ya tiene uno para la vaca. No digamos ya si vence en Canillejas (1,2 millones al primero) o si acude invitado a una prueba de prestigio (200.000 pesetas). Puede haber hasta para hacerse una ganadería y cambiar la choza de paja por una casa de piedra.

Diez millones en un verano

Si el atleta aún persiste y llega a campeón olímpico o plusmarquista mundial, puede pensar en retirarse. No es difícil que acumule ganancias en un solo verano de hasta diez millones de pesetas exhibiéndose en las carreras de pista. Esa cantidad le permitirá vivir espléndidamente lo que le reste de vida.

Pero el camino no es fácil. Durante los dos meses que viven en España apenas se comunican con el exterior. Se sienten ajenos a un tipo de cultura que difícilmente comprenden. No intentan aprender el idioma, y aunque siempre tengan la televisión puesta, sólo prestan alguna atención a los documentales sobre naturaleza.

Cocinan en la propia casa y consumen, sobre todo, los productos derivados de la vaca; a veces mezclan su carne con ceniza. El cerdo y el pescado ni lo prueban. Sienten predilección por el té, los cereales y la sémola con que se hacen el ugali. A veces tumban los colchones sobre el suelo porque notan demasiado blandos los somieres. Gastan lo justo; la vida para ellos resulta demasiado cara en ciudades capitalistas y ellos están aquí para ahorrar.

"Esta legión de atletas africanos va a terminar por cerrar las puertas a los españoles, que preparan la temporada con otros fines", expresa Miguel Angel Mostaza. "¿Martín Fiz, Abel Antón, Alejandro Gómez, no serían capaces de ganarles si se preparasen a fondo como ellos? Ocurre que éstos tienen otros objetivos, y como saben que en esas carreras no van a poder ganar, no acuden. Para evitar esto, las pruebas tendrían que instaurar premios para los corredores locales o españoles".

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